Hace cuatro semanas la noticia de un contagiado, con COVID-19, en el Hospital Federico Mora dejó a los más de 400 empleados impávidos. Buscaron apoyo de las autoridades de salud, trataron de reforzar las medidas sanitarias y seguir con la atención de las tres centenas de internos en el único centro público de atención para personas con problemas de salud mental. Pero, lejos de apoyarles, recibieron amenazas de despidos, se les negó información sobre lo sucedido y las condiciones de trabajo han empeorado.
En el pabellón número 7, el Intensivo de Hombres, se corrió el rumor de un enfermo. Un enfermero dedicado a atender a pacientes en estado crítico y que habría tenido contacto con otros miembros del personal. Desde los encargados de la cocina, limpieza, enfermeros y cualquiera que hubiese estado cerca del pabellón 7 comenzaron a cuestionarse. “¿Lo toqué hace poco?, ¿recibí algo de él?, ¿respiró cerca de mí?”, cualquier instante transcurrido era repasado y con cada momento el miedo se apoderaba de los trabajadores del centro de salud. Pero la dirección de salud guardó silencio.
“Sabemos que la infectada fue la esposa de un colaborador, la trasladaron al IGSS y a él lo aislaron en el pabellón junto a los pacientes, pero el Ministerio lo ha negado”.- Carlos Santos, sindicalista
Desde entonces, las demandas de los colaboradores del hospital comenzaron a subir de tono. Una enfermera, quien pide guardar su nombre por miedo a perder su empleo, asegura que se les entregó un juego de guantes y una mascarilla para protegerse. “Nos dan un juego de guantes y mascarilla diario, pero si se rompen o dañan, tenemos que seguir trabajando con el equipo dañado, no nos lo reponen”.
Carlos Santos, del sindicato de trabajadores del San Juan de Dios, que tiene una filial en el Federico Mora, asegura que la situación es aún peor. “Tenemos denuncias de compañeros que nos dicen que, en algunos casos, las mascarillas les deben durar una semana y solo se las cambian si se manchan con fluidos o el deterioro es demasiado visible”.
De acuerdo con el Decreto 12-2020, Ley de Emergencia para Proteger a los Guatemaltecos de los Efectos Causados por la Pandemia Coronavirus COVID-19, el Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social (MSPAS) recibiría Q800 millones.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que los cubrebocas N95, el mejor para filtrar las partículas de COVID-19, puede utilizarse hasta 3 días por personas con la enfermedad, sus cuidadores o familiares que estén en contacto. Y hasta 7 si su uso es esporádico, dependiendo de su manipulación. Pero, en el Hospital Federico Mora, son de uso diario y se reponen hasta su deterioro.
Sobre los guantes la situación no es tanto mejor, sostienen los empleados. “Se le da un par a cada uno al día y nada más”, aseguran. Y quienes llevan la peor parte son los compañeros de limpieza, pues a ellos se les rompen y tienen que seguir trabajando con las manos expuestas. “Ellos trapean, barren, cargan cosas y el uso los va desgastando y se les rompen, pero no se los reponen”, sostienen. Santos, el sindicalista, es más tajante y afirma que en muchos casos los propios trabajadores deben comprar sus propios guantes o exponerse.
El día a día en el Federico Mora no es fácil, relatan las enfermeras. Hay poco distanciamiento social, y no es por decisión propia, sostienen. En la cocina el personal de intendencia, encargado de llevar la comida a los pacientes a los siete pabellones del hospital, está en contacto directo con las personas que preparan los alimentos. “Se pidió crear un espacio para guardar las distancias y se comenzó a construir un mostrador para ello, pero la obra quedó a medias”, sostienen.
La falta de atención, que históricamente ha tenido el Hospital Federico Mora, y que se ha agudizado con esta crisis, ha llevado a los trabajadores de la salud a tomar medidas legales. El pasado 6 abril presentaron un amparo para exigir a las autoridades de salud proveer de insumos a los trabajadores del sistema nacional. La respuesta de la Corte Suprema llegó el pasado 6 de mayo y fue clara, se ordenó el traslado de equipo para trabajar.
Como parte de sus alegatos, las autoridades del MSPAS, sostuvieron que los insumos existían y que no había tal reclamación por parte de los sindicalistas. Sin embargo, Santos asegura que ellos mismos se contradecían. “Dijeron que las cosas estaban ya, pero en la papelería que entregaron a la CSJ, mandaron cartas donde se pedía a las unidades de compra hacer las adquisiciones”, afirma Santos.
Sobre mejorar las condiciones de trabajo de los empleados de la salud, el MSPAS tampoco ha colaborado, expresa Santos. Aunque en algunos casos el ministerio ha facilitado transporte para los empleados, la mayoría aún no cuenta con el servicio para atender sus obligaciones laborales. Tenemos el caso de compañeras que, aunque viven en la capital, tienen que caminar hasta 5 kilómetros para llegar a sus puestos de trabajo. Una de ellas hasta les hizo llegar las fotos de sus pies con ampollas, por el recorrido diario que hace a pie para llegar al hospital, sostiene.
“En todo el país muchos empleados deben costear sus mascarillas, guantes y transporte para llegar al trabajo”.- Carlos Santos
Hoy no son los pacientes, de quienes sabemos poco, las víctimas de un sistema de salud abandonado. Son los trabajadores, quienes diariamente piden auxilio y se deben conformar con el silencio. Y así una vez más los secretos del Federico Mora, que en 2014 la BBC lo tildó del peor hospital psiquiátrico de América, salen a la luz durante la pandemia. La pregunta que debemos hacernos es: ¿dónde están los Q800 millones que el Congreso destinó para el Ministerio de Salud?
Para conocer la versión del gobierno, Relato se comunicó con Carlos Sandoval, vocero presidencial. Al llamar a su número respondió Juan Diego Zebadúa, quien nos refirió con el departamento de Comunicación Social del Ministerio de Salud Pública, específicamente con Ana Lucía Gudiel, la encargada. Se contactó a Gudiel, quien aseguró que en ese momento no podía atender la llamada. Gudiel pidió que se le llamara a las 13:00 horas, pero luego no volvió a responder el teléfono.