En la televisión, las redes sociales y pancartas hemos reconocido a esos héroes sin capa que día a día se la juegan en contra de la pandemia. Esos rostros de enfermeras, policías, bomberos y cualquier trabajador que no descansa mientras esta crisis pasa. Pero unas han quedado fuera. Esas que, sin salir a la calle, nos hacen más fácil sobrellevar el encierro y la angustia. Esas que nos cuidan y conocen mejor que muchos y a diario luchan a nuestro lado en contra de un enemigo invisible. A ellas, gracias por dejarlo todo y quedarse con nosotros estos 55 días de encierro.
Moni, la llaman los dos niños. Con ella juegan, comen y reciben cuidados. Para ellos, a sus 2 y 5 años, es un miembro de la familia y saben que, menos los fines de semana, siempre está allí. De un tiempo para acá, Moni ha sido una constante en sus días cuando reciben su comida, la pacha y compañía de juegos.
A pocos kilómetros una viuda tiene, desde que comenzó la crisis, una compañera. Sus hijos se fueron a formar sus hogares y ella se quedó encerrada con su compinche de aventuras, pues su edad la obligó a guardarse bajo siete llaves para evitar el contagio. Crucita, como le llaman en la familia, no dudó en su respuesta. “Yo me quedo aquí con usted doña Maris, para cuidarla el tiempo que haga falta”, le dijo al saberse la noticia del encierro obligatorio.
Moni dejó de viajar las dos horas los fines de semana para llegar hasta Tecpán. Dejó de ver a su familia y amigos, con el fin de evitar el posible contagio, y volver con los niños tranquila. “Doña Aní me necesita aquí”, aseguró. Y desde el 13 de marzo, decidió no volver a tomar el bus. Cruz, tampoco ha vuelto a San Martín Jilotepeque, Chimaltenango, para ver a María, su madre y sus hermanos. Pues dejar sola a doña Maris, nunca fue una opción. “Me quedé con ella por el cariño que le tengo, nada más”, afirmó.
Moni y Cruz forman parte del ejército de 258 mil mujeres que reporta la Asociación de Trabajadoras del Hogar a Domicilio y de Maquila (ATRAHDOM). Son esas personas en nuestro hogar que, más que empleadas son parte de la familia. Conocen gustos, horarios, hábitos y muy de cerca las prendas que usan todos en la casa.
Pero, el encierro y la distancia de la familia pesan. A casi dos meses de no ir a sus casas, el anuncio del presidente Giammattei les dio esperanza. “Él dijo que ya vamos a entrar en la fase de reapertura, eso quiere decir que vamos a poder ir a nuestra casa en bus”, remarcó Cruz. Y muy probablemente esto sea cierto en los próximos días, pero el retorno al trabajo es otra historia.
Para Aní, la madre de los dos niños que cuida Moni, la necesidad de dejarla ir a ver a su familia no se discute. El asunto es el regreso de Moni a la casa. “Tendré que monitorearle la temperatura, desinfectar su ropa cuando vuelva, cómo hacemos todos los que salimos de la casa, pero ¿si trae el virus y es asintomática?”, son algunas de las inquietudes que tiene. Ella sabe que sin la ayuda de Moni y el cuidado que les da a sus niños, este encierro hubiese sido peor para todos.
Pero es momento de tomar decisiones y asumir responsabilidades. Dejarla ir y que vuelva, es el riesgo. Pero estar sin ella es peor, tanto para la madre como para los niños que “adoran” a la joven del delantal. Maris, en cambio, sabe que Crucita debe ir a ver a la familia y quedarse sola podría ser parte del trato. Pero convencer a Cruz de dejarla sola, en cambio, es otra historia.
Ellas también han sacrificado mucho durante la cuarentena. Sus salidas, sus visitas y sus familias están lejos por quedarse a nuestro lado. Las que hacen más fácil los días de todos y que con un delantal al frente se ganan la vida, son dignas de nuestra gratitud hoy más que nunca.