“¿Para qué sacar el carro? mejor camino”
Era jueves por la tarde y Adrián (nombre ficticio por seguridad) debía ir a una reunión cerca del lugar donde se encontraba. Por la cercanía decidió caminar para no lidiar con el tráfico, como de costumbre.
Con apenas cinco minutos de caminar por la zona 10, se dio cuenta que una persona venía detrás de él. Era un hombre que aparentaba aproximadamente 40 años, vestido medio formal, un tatuaje en la cara, lentes que se oscurecían con el sol y una cerveza en la mano, la cual tiró al momento de detenerse a hablar con Adrián.
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¿Eres mierda seca? Fue la primera expresión del presunto delincuente. En ese momento, Adrián se detuvo y le respondió que no entendía a qué se refería. Con una expresión más firme y tosca, le explicó que se trataba de la Mara Salvatrucha (Mierda Seca).
“Yo soy pandillero, te controlé desde que te vi caminando solo y rudo, así que decidí seguirte”, afirmó aquel hombre, que durante toda la conversación presumió hablar muy bien inglés. Siempre utilizó palabras que intimidaban a Adrián cada vez más.
El delincuente agarró la mano de Adrián y se la puso en la cintura para que se percatara de que tenía una pistola con él. Esta situación incrementó la ansiedad y el miedo de la víctima.
Don’t be scared, repetía, mientras Adrián temblaba de miedo y de la incertidumbre de saber qué iba a ocurrir.
Minutos después de que entabló una “conversación” en la que le contaba los detalles de su vida a su víctima, tales como que asesinó en muchas ocasiones sin tentarse el alma, le preguntó por el dinero y demás objetos de valor a Adrián. “Si tuvieras que perder algo ¿qué preferirías? ¿Tu celular o el dinero?”, preguntó el asaltante, a lo que él respondió que el efectivo, pues en su teléfono tenía contactos de personas importantes para él, que no quería fueran afectadas por el suceso.
Después de preguntarle cuánto dinero tenía en su billetera, la tomó para revisarla y se percató de que Adrián tenía únicamente Q50, que no quiso tomar. Le devolvió la billetera y le quitó solo el celular.
“Me quitó el teléfono y me pidió la contraseña. No tuve otra opción que dársela”, explicó Adrián.
Mientras tanto, Adrián se ponía más nervioso y la idea de un posible secuestro o asesinato, no lo dejaba razonar con tranquilidad y saber qué hacer en ese momento. “Si cooperas no te va a pasar nada”, le repetía el asaltante, quien seguía contándole detalles de su vida. “Nosotros robamos para ayudar a aquellas personas pobres que lo necesitan”, afirmó. En un instante, pasó una patrulla y el joven pensó en gritar para que lo ayudaran, pero el primer pensamiento que vino a su mente fue: “No, si grito me mata, entonces no lo hizo”. Mientras tanto, las demás personas pasaban al lado suyo, pero ninguna hizo nada al respecto, pues parecía que entre ambos todo era normal.
“El corazón me latía muy rápido y pensaba que quería irme ya y seguir caminando hasta el lugar al que me dirigía, que no estaba ni siquiera lejos”, afirmó Adrián. Sin embargo, el asaltante notaba que la ansiedad incrementaba en su víctima. “Tranquilo, no te mataría aquí, hay mucha gente”, puso sus manos en los hombros de Adrián y le hizo un masaje para que se relajara.
Minutos eternos
“Vas a caminar hasta el final de la calle, yo voy a pasar bocinándote dos veces y te paso dejando tus cosas en la mano (algo que no sucedió). No levantes la mirada para ver mi placa, porque si no, me voy a ver obligado a llevarte a mi casa”, le explicó a Adrián.
La víctima afirmó que estaba dispuesto a hacer lo que le decía para irse y llegar bien a casa. Afortunadamente, el asaltante se fue, Adrián caminó sin voltear a ver y aunque lo despojaron de sus pertenencias, hoy tiene la oportunidad de contar su historia.
Aunque, todos los días varios guatemaltecos son afectados por la violencia experimentada en el país, casos no comunes como este, dejan muchas secuelas en las víctimas.
“A pesar de que ya pasaron varias semanas, aún me sigue dando temor salir a la calle. No me siento cómodo estando allí”, concluyó Adrián.