Ya sea para comprar algo de emergencia o el almuerzo, las tiendas de barrio son los lugares favoritos de los guatemaltecos para comprar sus alimentos e insumos del hogar. En Guatemala, existen más de 65 mil abarroterías y 110 mil puntos de venta que reciben en promedio, 100 visitas diarias. Esto convierte al tendero en el microempresario más importante del país.
La cercanía, la variedad de productos y los precios son factores determinantes para elegir una tienda, pero el mercado es exigente. Con el tiempo, los tenderos han tenido que implementar nuevas tendencias de tecnología y administración para continuar en la jugada.
Muchas personas y familias enteras aprovecharon el feriado para venir a la ciudad y visitar la Primera Feria del Tendero, en donde pudieron aprender cómo mejorar su negocio o iniciar uno. Uno de ellos fue Esteban Ramírez, quien buscaba opciones financieras para poder ampliar su local. Desde hace dos años, tiene una tienda en El Mezquital, zona 12.
Este tipo de negocio representa el 80 por ciento de las ventas y un 3 por ciento del producto interno bruto de Guatemala, de acuerdo a estadísticas de los organizadores. “Las tiendas, además de mejorar económicamente a las familias, son una fuente de empleo para otras personas”, comentó Pablo Mansilla, director del evento.
Es muy común que las tiendas sean negocios familiares como en el caso de los Zambrano. Hace poco, comenzaron con un negocio en Mixco. Ana Zambrano ya es abuela y su hijo se encarga de manejar la tienda. Otro caso es el de Ana María Loche, con su hijo de la mano, aprovechó ambas fechas del evento para cumplir uno de sus sueños: volver a tener una tienda propia. Cuando vivía en su pueblo, Patzicía, Chimaltenango, disfrutaba mucho atender su tienda. “La tuve durante cinco años y era mi única fuente de ingresos”, comentó.
Sin embargo, el alto precio del alquiler la hizo cerrar. Junto a su cuñada, tienen su tienda desde hace 20 años en Prados de Villa Hermosa. Su esposo tiene un año de haberse ido a Estados Unidos, pero Loche quiere un negocio propio. “Quiero volver a poner una tienda en mi pueblo porque me gustó mucho atender a las personas”, mencionó.
Además de tenderos, también hay quienes quieren convertirse en empresarios exitosos. Giovani y su esposa, ambos de Chimaltenango, se han dedicado a mantener el negocio familiar. Cada año, venden churros en la feria del Hipódromo. “Cuando crecí, mis papás nos dejaban solos por el negocio. Yo quiero que mi hijo crezca al lado de su mamá, también tener una entrada”, comentó.
El hijo de Giovani pronto entrará a estudiar y la familia necesita hacer otro negocio en donde su esposa se pueda quedar como encargada. “Venimos a aprender, a ver qué hay y qué podemos hacer para poner nuestra tienda”, agregó. A diferencia de Giovani, empresarios como Gabriel Estrada tienen el deseo de emprender solos. “Quiero poner una tienda por donde vivo en la zona 2”, comentó.
Los peligros de ser tendero
Ser tendero puede ser un trabajo agotador, pero satisfactorio. “Convivimos con mucha gente, conocemos muchas historias”, comentó Antonio Rodríguez, quien se ha dedicado al negocio por 15 años. Pero se enfrentan a dos grandes problemas: asaltos y extorsiones.
“Los tenderos están en un medio en donde la delincuencia está ganando más terreno porque las autoridades están limitadas”, comentó Luis Gómez, experto en seguridad y expositor en la feria. El especialista opinó que esta limitación se debe a que las autoridades no tienen patrullas, combustible ni agentes policiales para atender a todo el país.
La familia Saquic es un claro ejemplo. Tienen una tienda desde hace 20 años en Tierra Nueva II, Chinautla y hace cinco años, una banda los extorsionó. “Nos amenazaban, incluso con los niños”, expresó Diego, el padre de familia. Pagaban Q150 semanales para evitar que mataran a alguien o les robaran en la tienda. “Gracias a Dios, nos liberó. Los delincuentes se fueron y ya no pagamos nada. Aquí estamos de pie”, dijo Juana, esposa de Diego.
Loche también fue extorsionada cuando vino a la capital. “Mi cuñada comenzó a orar y gracias a Dios, los hombres dejaron de llegar al negocio”, agregó. Pero, a pesar de vivir en zonas peligrosas, no todos han vivido una extorsión. Aury Mancilla, de Mazatenango, tiene un año de tener su tienda. Como su familia es conocida por el pueblo, los mismos vecinos los han protegido. “Gracias a Dios, a nosotros no nos ha tocado, pero conozco amigos a los que sí”, indicó.
Además de las maras y bandas, los tenderos también se enfrentan a problemas con gente interna. “A veces hay clientes que roban, vendedores ruteros y empleados peligrosos”, añadió Gómez. Para el experto, los tenderos son víctimas potenciales de asalto, porque “hoy todas las zonas de la capital son rojas”.
“La ayuda que necesitamos para reducir los riesgos es la prevención”, señaló el experto. Los tenderos no solo pueden confiar en barrotes o rejas en sus tiendas, sino en tener un plan de acción en caso de robo o extorsión y herramientas digitales que les permitan reducir el uso de dinero en efectivo.
El delito de extorsión tiene, principalmente, una motivación económica. La segunda motivación es el poder, ya que se utiliza para intimidar y ejercer control territorial. La Fiscalía contra el Delito de Extorsión del Ministerio Público (MP) recibe aproximadamente, 10 denuncias diarias en la ciudad. En 2017, el MP recibió más de 7 mil denuncias en todo el país. El 43 por ciento de los casos se da en el departamento de Guatemala, 8 por ciento en Quetzaltenango y un 4 por ciento en Sacatepéquez, Huehuetenango y Chimaltenango.
Fotos: Elena Gaytán