Andrea lleva dos noches sin dormir, espera una llamada milagrosa
Mira, él es Marcelo. Su vida no ha sido fácil. La de Andrea, su madre tampoco.
Hace dos días el mundo se le vino encima a ella cuando se dio cuenta que el aparato que ayuda a su pequeño a captar ondas de sonido se les perdió.
Fue en el cine. Era la primera vez que el pequeño iba a una función, la emoción les hizo una mala jugada y posiblemente, en la sala, se les cayó la caja donde iba el procesador que le ayuda a transmitir el sonido externo al implante que tiene en su oído y al cerebro.
Andrea lleva dos noches sin dormir, ha estado pegada al teléfono, esperando que suceda el milagro de una llamada y le diga que encontró la cajita.
Sin lo que hay en su interior, el pequeño de dos años y diez meses no capta sonidos y su audición es la de un bebé de seis meses. Es decir que no avanza en su aprendizaje porque a esa edad un niño solo balbucea.
Marcelo tiene además un imán que fue introducido en su cabeza para sujetar el cable que transporta el sonido a su cerebro.
¿Pero qué tiene de especial el pequeño? Que su vida es un milagro.
Cuando tenía 19 semanas, los médicos dijeron que no viviría porque no había dentro del saco, líquido amiótico. Pero vivió.
A la semana 29 de gestación, los especialistas le dijeron a Marcela que no tenía riñones ni pulmones y que nacería con síndrome de Down, nada de eso ocurrió.
Marcelo y su hermana, ambos son gemelos, pesaron tres libras al nacer.
Al cuarto día él dejó de respirar y hubo de colocarle un tubo en la tráquea, al quitárselo le dieron medicamentos para evitar la infección y debido a esas medicinas, el pequeño se quedó completamente sin oír.
En octubre, le pusieron el implante a Marcelo, en noviembre se lo activaron.
Los aparatos que usa Marcelo tienen un código por lo que nadie puede usarlo más que él, pero ahora sin el procesador que se perdió y que cuesta US$10 mil, su aprendizaje queda paralizado.
Andrea cree fervientemente en los milagros. Y sabe que Dios hará que el aparato extraviado llegue a sus manos.