Eran sus gordos, sus bebés, hasta que se los arrebataron
Los sillones rasgados. Las paredes arañadas. Sus manos cicatrizadas, son los únicos recuerdos que le quedan a Pamela de sus tigres y sus leones.
El miércoles 12 de junio, las autoridades llegaron por ellos, cumpliendo con la ley que prohíbe el uso de animales en espectáculos públicos.
Sus ojos llenos de lágrimas y su voz temblorosa dice “eran mis gordos”. “Mis bebés” ya no están conmigo, temo que algo les pueda suceder.
Y cómo no habría de estar triste, si desde que salieron del vientre de su madre, vivieron y compartieron con ella 24 horas al día por 15 años.
Pamela tenía 15 años cuando los vio ser amamantados sus primeros 15 días de nacidos por una perrita schnauzer, porque la leche especial tardaba en llegar de Estados Unidos.
Después le tocó el turno a ella y sus hermanas. Cada tres horas debían darles una pacha y estimularlos a defecar, porque a los cachorros felinos se les dificulta expulsar las heces.
Un silencio extraño rodea el circo estos días, Jade, Luna, Lupe y Sombra ya no están allí.
Ver las jaulas vacías donde dormían, o su piscina donde se refrescaban, le causa melancolía a Pamela.
“Son nuestra familia. No nuestros animales, sino nuestros hijos”, dice afectada, de los que hasta ese miércoles, eran sus felinos. Mira cómo se los llevan del circo
De 8 tigres y 2 leones, solo 4 participaban en el espectáculo en las funciones.
La ley contra el maltrato animal, en su artículo 56, prohíbe a los circos o cualquier entidad, utilizar animales para espectáculos públicos.
Sonriendo recuerda las travesuras de Max y Timba, de Sasha e Itza, los otros tigres que rasgaban lo que veían.
Itza era para Pamela, especial. Un momento estaba feliz y al otro enojada. Era bipolar (ríe)
Su vínculo con los felinos fueron tan estrechos, que ella y su familia cuidaron de los detalles para que estuvieran en las mejores condiciones.
Las jaulas más grandes de lo que establecía la CONAP y anticorrosivas. Aserrín para que sus orines se absorbieran y no hubiera mal olor. Y su comida balanceada.
Jugaban con ellos.
Botellas plásticas y troncos de madera eran sus juguetes. Los trituraban y después los dejaban cuando se aburrían. Pelotas no porque son similares a las cabezas de un niño y podía presentar peligro
Pamela no tenía hijos (espera su primer bebé), por eso sus gatitos dice y su entrenamiento como acróbata.
Los desparasitábamos cada seis meses y venía el veterinario a revisarlos para que siempre estuvieran sanos.
¿Comían? ¡Vaya si no!”, contesta.
“Veíamos que comieran solo carne de pollo o menudos de pollo, porque la carne de res los indigestaba y no queríamos que les gustara el olor a sangre”, cuenta Pamela.
Ella no olvida las mañanas de batidos de leche con huevo que preparaba con su padre para darles a los felinos para que su pelaje luciera brillante y abundante.
Las mañanas no han sido igual para nadie en el circo Hermanos Ponce.
No han perdido la costumbre de levantarse y voltear a las jaulas, hoy vacías, para ver si los tigres necesitan agua. O si hay alguna basura que puedan comerse y les haga daño.
Pamela no entiende aún porque se los llevaron. “Aquí eran felices, ellos no son de África, ni de Florida, son chapines, pero que Dios se encargue que no les pase nada. Eran mis amores”, suspira.
Animal Defender International es la ONG que se llevó a los felinos, se dedica a rescatar animales que son maltratados en circos o utilizados para espectáculos públicos en condiciones de maltrato.
ADI intervino en el circo Hermanos Ponce, aunque no existía denuncia de maltrato, y los tigres y leones estaban en buenas condiciones, pero aseguró hacerlo en cumplimiento de la ley. Dice que los leones se irán a un santuario en África. Y algunos de los tigres viajarán a Florida, Estados Unidos para ser protegidos. En sus redes sociales solicitan donaciones en dólares y euros para poder apoyar el rescate. Los tigres y leones fueron entregados voluntariamente y ahora están en cuarentena.