Un día de las madres en Nicaragua caracterizado por el color negro de luto y con cientos de personas en las calles para protestar la salida de su presidente, Daniel Ortega. Desde dentro, la violencia echó a perder un momento de conmemoración a todas aquellas mamás que perdieron a sus hijos durante las protestas.
María Gutiérrez, universitaria nicaragüense, es recurrente a las protestas junto al resto de su familia. Junto a varios de sus compañeros de universidad, protestan sin cesar por una Nicaragua libre. Sin embargo, el peligro es recurrente y ser un universitario te hace blanco de la policía y de la Juventud Sandinista.
El pasado 30 de mayo, se movilizaron cientos de personas por las calles principales de Managua. Comenzaron en la rotonda Jean Paul Genie y para terminar en la Universidad Centroamericana (UCA) madres, padres, hijos e hijas se movilizaban haciendo esta una de las marchas más aglomeradas.
Un miedo constante
María estaba a solo unas cuadras de la UCA y junto a su familia empezaron a escuchar los rumores de ataques por parte de autoridades y Juventud Sandinista. Muchos solo repetían que “son los infiltrados que están aquí para meter miedo a la gente”.
“Normalmente en una tarima central, que es como un centro de control de la protesta, avisan cuando hay peligro, pero en ningún momento dijeron nada. Caminábamos hacia la universidad donde terminaba la marcha, pero los heridos empezaron a sobresalir entre la multitud”, afirmó María.
Justo frente a la universidad, el pánico comenzó. Los ataques empezaron de nuevo. Las ráfagas eran constantes. Los disparos y morteros provocaron que la multitud corriera por su vida.
“Escapamos por unas calles vacías y nos alejamos unas cuatro cuadras donde todos los disparos resonaban. Entramos a una tienda y esperamos que dejaran de sonar. Es fácil y normal que los que disparan simplemente se pasen frente a ti montados en una moto y lo hacen sin piedad. Era como estar en una película en la cual crees que nunca tendrás que pasar por eso”, lamentó María tras los cercanos ataques.
Con un ambiente de guerra, María logró retornar a casa. Sin embargo, las malas noticias no habían acabado. “Llegué a mi casa y tenía 11 llamadas perdidas de uno de mis mejores amigos en la universidad. Me preguntó si estaba bien. Con una frialdad me contó que estaba en el hospital porque le dispararon a su tío y la bala atravesó su pulmón. Una hora después solo dijo que había muerto.”
“Pasé la noche enojada, solo me preguntaba cuántos muertos, dolor y sufrimiento debíamos pasar para que Ortega renuncie. Simplemente no puedo entender cómo puede ordenar matar a su gente y pueblo. Después de tanto que hemos hecho, lo único que recibimos es sangre por esta opresión”, sentenció María. Según el Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (CENIDH), durante las protestas del Día de la Madre hubo 11 muertos y 79 heridos para un total de 99 muertos.
Ir a la universidad es un peligro
Desde el inicio de los conflictos, los universitarios han dado un paso al frente para protestar, algo que los colocó en el ojo del huracán. “Te detienen y llevan a la cárcel donde torturan, algunos policías golpean tanto que incluso te dejan en coma. Si no corres la suerte de dejarte vivo, te sentencian con un disparo”, aseguró María.
“Han pasado 45 días desde la última vez que pude ir a la universidad. Otras universidades optaron por tener clases en línea, mientras algunas aún intentan descifrar cómo ordenar tantas clases perdidas”, afirmó la estudiante. El peligro es constante, ya que nunca se sabe cuándo podrían atacar la policía o la Juventud Sandinista o qué tan cerca de las universidades podrían llegar.
“Hay veces en las cuales estoy a punto de ir, pero siempre atacan cerca de las universidades y cancelan las clases evitando que puedan atacar dentro de la universidad como lo han hecho antes en otras partes”, relató María.