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Siempre soñó con llevar un arma, inspirar respeto entre sus amistades, agarrar a los ladrones y usar uniforme. Su padre, un campesino quien le veía jugar con palos que simulaban pistolas y rifles, sabía que Rafa tenía todas para ser un policía.

Creció en Jutiapa, allí donde sé es agricultor o policía. Donde todos se conocen y luego de dar su nombre repiten con orgullo que nacieron en “Agua Blanca”.




Luego de concluida la primaria, llegó el momento de abandonar su amada tierra. La capital lo esperaba y el sueño de convertirse en policía estaba más cerca.

Tres veces hizo el examen para ingresar a la academia de la PNC. Y las tres veces su sueño se partió en pedazos.

Rafael no sería policía, al menos No en la PNC. Sus opciones se volvieron agente de seguridad privado o EMETRA.

Este último no era la mejor, pues para este jutiapaneco, los Emetras no son policías, “son encargados de dirigir el tránsito, con bonito uniforme”.

Durante las vueltas para ingresar a una empresa de seguridad, se topó con un paisano en el centro histórico. “Él me habló de su chance en la SAAS y me dijo que me podía conectar para ser seguridad del Presidente”.

Luego de aprovechar el conecte de su paisano, Rafa se esforzó para ser admitido en el cuerpo elite de seguridad de la presidencia. No sería un simple policía o guardaespaldas, “yo iba a cuidar al Presidente”. Así pasó pruebas psicométricas, psicológicas, entrenamientos y una estricta preparación para portar el gafete de SAAS.

Concluidos los trámites y los requerimientos, Rafa estaba listo. “Iba a conocer al Presidente y cuidarlo”.

Pero nada pudo preparar a Rafa para lo que vendría. No fue destacado al Callejón del Manchén, ni logró ver al mandatario.

En cambio, fue asignado a cuidar a un funcionario de menor rango y su familia. “Así me asignaron y no había otra”.

Explotación o algo más

Lo que hubiese aparentado un trabajo fácil se convirtió en una tortura para Rafa. Justo cuando ingresó cambiaron los turnos, ahora los agentes de SAAS trabajarían jornadas más largas. “Ya los turnos no son de 24 por 24, ahora se van hasta 21 días y luego dos de descanso”.

A esto, se le suma que las obligaciones de Rafa van desde cuidar al hijo del burócrata, antes y después del colegio. Llevar a la esposa a sus mandados y ocasionalmente conducir a la empleada al supermercado a comprar víveres.

El perfil de trabajo de Rafa es de un agente de seguridad ejecutivo. Sin embargo, hay ocasiones en que su jefe dispone de él como si de un automóvil se tratara.

“A veces me presta con amigos o familiares y los tengo que cuidar, como si fuera mi propio jefe”.




Mal dormidos y mal cuidados

El ritmo de vida de los agentes de seguridad de la SAAS es uno por mucho demandante. Al estrés de mantenerse alerta para cuidar a sus jefes, se le suman unas condiciones laborales extremas.

Desvelos, horarios de alimentación irregulares y la distancia de sus familiares golpean la moral de los agentes. “A mí me toca salir a las 6 a.m. para dejar al niño en el colegio, luego regreso a la casa a lavar el carro y a esperar a salir con el jefe o su esposa”.

Jornadas de trabajo de más de 18 horas son comunes para los agentes, que luego de un breve descanso deben volver a la rutina diaria. “De 6 a seis con la familia del jefe y luego a reuniones o fiestas con amigos, regreso a la casa a eso de las 2 a.m. y a las 6 de la mañana hay que estar listos para comenzar el día”.

Para el jutiapaneco es difícil “rendir” en un trabajo en el cual se abusa de las personas. “No dormimos bien y encima de todo hay que cuidarlos, es difícil, pero ellos no lo entienden”.

Rafa reconoce que su sueño de ser policía se quedó tirado en la academia de la PNC. Además, su anhelo de conocer y cuidar al Presidente lo llevaron a ser la niñera-comodín de la familia y amigos de un burócrata de segunda categoría.  

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