Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

Entre las preocupaciones por no tener el dinero para pagar la renta del apartamento donde vive, que son normales para Jesenia, cuando su “negocio” va mal, la semana transcurrió con normalidad para ella. El fin de semana se aproximaba y eso le hacía mantener esperanzas de que en pocos días pudiera reunir el dinero que le faltaba para sobrevivir otro mes.

En la soledad que su sala le ofrece, vestida con ropa cómoda, sentada sobre un sofá tapizado con terciopelo rojo carmesí, mientras disfrutaba un cigarro mentolado y observaba en todo su entorno las posesiones materiales que ha podido tener con su trabajo, a manera de consuelo le hacía superar el mal momento que estaba pasando.

Fue así como terminó de comprender que en todo negocio “hay días buenos y días malos” y a recordar las “sabias” palabras de su abuela paterna que la crió, le enseño a ser emprendedora, auténtica, que se cumplían como una profecía, al repasarlas en su mente. “La época de abundancia hay que disfrutarla, pero hay que ahorrar, porque en la época de carencias sino se tiene nada, todo es difícil”.

Esa autotortura por la que estaba pasando, que se había impuesto inconscientemente y que se estaba transformando en una rutina mental se interrumpió al final de la tarde cuando su celular sonó, al ver quien era sintió que todo estaba a punto de cambiar.

Después de recibir instrucciones precisas y sintiéndose muy emocionada buscó en el clóset su mejor atuendo, que la hacía ver sexy y atrevida, luego de “arreglarse bien”, se sintió mucho mejor y también se sintió motivada al ver cómo lucía su esbelto cuerpo con la ropa que eligió para esa noche. Se veía hermosa frente al enorme espejo que tiene en su habitación, decorado con stickers de “anime de chicas lindas”.



Ni ellas se salvan de pagar la extorsión. Foto: Erick Girón 

Jesenia se gana la vida desde hace cinco años como trabajadora sexual en las calles de la ciudad, evita los encuentros furtivos y relacionarse con quienes por exceso de alcohol o consumo de drogas buscan momentos de desahogo y pueden poner en riesgo su vida. Prefiere dar sus “servicios” solo a sus clientes, como el Cardenal, con quien había pactado una cita muy placentera, para esa noche. Le llama así a su mejor cliente, por el color de su carro.

Para ella, el éxito de su negocio que le ha permitido sobrevivir, se basa en “dar un buen servicio, atender bien a los clientes y dejarlos completamente satisfechos”, algunos por 15 minutos de placer le han pagado hasta Q300 y otros, por su encantos han sido más generosos.

Un desagradable encuentro

Luego del encuentro con el Cardenal, Jesenia decidió quedarse en la 12 calle de la zona 9, un lugar relativamente seguro para las trabajadoras sexuales, donde con frecuencia abordan taxis que las llevan a las citas con sus clientes o de regreso a sus casas.

Caminaba entre la 5a. y 6a. Avenida cuando dos jóvenes “tripulantes” de una moto la detuvieron, para decirle con firmeza, “este es nuestro territorio y aquí se hace lo que ordenamos, si querés chambear tranquila, tenés que pagar, sino te atenés a las consecuencias. Las guisas que no están tan buenas como vos pagan entre Q25 y Q50 diarios, pero vos como sos otro nivel de ‘culito’ te toca dar Q100 al día desde hoy, esa es la cuota que te toca entregar al bajarte de la ‘nave’ que te venga a dejar, como de la que te acabás de bajar”.

Así volvieron las preocupaciones para Jesenia, esta vez porque su vida corría peligro, con miedo les entregó el billete de a Q100 que llevaba en la mano para pagar el taxi, mientras pensaba “ojalá no me metan mano porque me van a encontrar todo el dinero que llevo en el brasier”, que era buena parte de lo que necesitaba para terminar el mes.



En la calle el miedo es palpable en travestis y trabajadoras del sexo por el cobro de extorsión. Foto: Erick Girón 

Después de entregar el dinero recuperó el aliento cuando le dijeron “pilas pues, viva te queremos” y se marcharon. De inmediato, se le acercaron otras trabajaras sexuales y travestis para consolarla y alentarla a que no tuviera miedo, además para manifestarle que lo que le había pasado era algo a lo cual ya estaban acostumbrados quienes trabajan en ese lugar.

“Del pago de la extorsión nadie se salva, por la experiencia que me tocó vivir y que compartí esa noche con los que me apoyaron me enteré que las mujeres que trabajan en lugares como La Línea y otras partes de la zona 1, por ejemplo, cada noche tienen que pagar como mínimo Q25 diarios. Imagínate cuánta gente trabaja de esto y cuánto dinero hacen los que extorsionan, seguro son millones y nadie hace nada al respecto”, relata con desconsuelo.



Todas la noches las trabajadoras del sexo tienen que pagar extorsión. Foto: Erick Girón 

Desde aquella noche Jesenia tomó cartas en el asunto, no contesta llamadas de números que no conoce, evita estar cerca del lugar donde la extorsionaron, solo sigue atendiendo a sus clientes, a los que son referidos o bien recomendados.



El trabajo sexual en la calles es itinerante por las extorsiones. Foto: Erick Girón 

En los últimos días, se enteró que el trabajo sexual en la calle ha pasado a ser itinerante, quienes viven de esto han preferido dejar los lugares donde solían mantenerse y buscar otras localidades, que sean más seguras y que los extorsionistas no conozcan.

Todas las noticias, directamente a tu correo

Recibe todas las noticias destacadas de Relato.gt, una vez por semana, 0 spam.

¿Tienes un Relato por contar y quieres que nosotros lo hagamos por tí?

Haz click aquí
Comparte
Comparte