La víctima silenciosa del machismo: el hombre imagen

“Los niños no lloran”. “El rosado es para las niñas”. “Ese es trabajo de mujer”. Por años hemos pensado que…

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“Los niños no lloran”. “El rosado es para las niñas”. “Ese es trabajo de mujer”.

Por años hemos pensado que la cultura machista favorece al hombre y perjudica a la mujer, qué pasa si hoy les digo: nos perjudica a ambos.

El hombre es la víctima silenciosa de la cultura machista, el que desde afuera está ganando y en su interior pierde. Pierde de tantas formas que se le olvida que poder sentir tristeza sin avergonzarse es normal, que puede elegir el trabajo que quiera porque las profesiones no tienen género y que no está obligado a seguir los deportes y coleccionar experiencias sexuales para ser “suficientemente hombre”. Cuando pienso en estas cosas, no puedo evitar sentirme triste, porque lo que hemos fomentado es un mundo desigual, en donde estar arriba también significa perder cosas tan humanas como llorar y poder pedir un abrazo.

Desde que los hombres son niños aprenden a esconder su llanto, su miedo y a solamente expresar su rabia. Tienen que ser valientes, agresivos, competitivos y “racionales”, como si pudiéramos en realidad separar la parte racional y emocional del ser humano y ponérsela una a cada sexo. El problema es que no pierden esta parte emocional, solo aprenden a esconderla y a separarse tanto de ella que solamente la sacan en momentos privados. Es sorprendente la cantidad de hombres que solo pueden llorar estando solos, por miedo a lo que los demás vayan a pensar de verlos desmoronarse. Aparte de esto, los hombres a diferencia de las mujeres no pueden acudir a sus amigos con sus cargas emocionales para llorar y recibir apoyo, pues rara vez existe esta apertura a vulnerabilizarse en frente de los “cuates”. No imagino lo difícil que puede ser vivir esta tiranía emocional, tener que siempre ser fuerte, “ser la piedra” de la casa, nunca poder aceptar que tengo miedo o necesito un hombro al cual llorarle.

Esto viene desde la parentalidad, la diferente forma en la que los padres reaccionan cuando un niño y una niña llora, pensando que para la niña “llorar es su naturaleza”, pues es más emocional. Curiosamente, el nivel de emocionalidad de ambos es con exactitud el mismo y así como los hombres lo esconden, las mujeres tienen que esconder su competitividad, su agresión, su hambre por la vida, porque “no es de señoritas” luchar fervientemente por algo. ¿En qué mundo torcido estamos viviendo?

Si yo como mujer vivo la presión de tener que ser pura y darme a respetar, no imagino la presión que se sentirá tener que acumular experiencias sexuales, pues no estar “experimentado” no es de hombres. Porque los hombres “siempre están listos” y “siempre quieren”, cuando la realidad es sumamente diferente. Cuando muchas veces esos niños que tienen sus primeras experiencias sexuales por presión no están listos, no quieren o tienen miedo y luego deben fingir que les gustó porque aceptarlo de otra forma sería impensable.

El machismo significa que tienes que ser exitoso en lo que hagas y tiene que ser algo que te dé dinero, no importa si te gusta o no, pues un hombre tiene que proveer al hogar, tiene que poder valerse por sí mismo. No puedo ni siquiera empezar a visualizar cuántos hombres han dejado su verdadero sueño o su pasión real de lado por tener que cumplir estos estándares. Cuántos más artistas, cocineros, psicólogos, enfermeros, bailarines y nutricionistas tendríamos si no existieran estos patrones, tomando en cuenta que estas son solo algunas de las carreras en los que existen. Hablando de este tema, de lo que más me costaría, sería no poder aceptar que necesito ayuda. ¿Saben la presión que existe dentro de la figura de “ser hombre” para poder hacer todo “solito”? Como mujeres, estamos acostumbradas a que piensen que no vamos a poder solas (lo cual desde este lado tampoco es agradable), pero está normalizado que pidamos ayuda. Pero ser hombre y no poder aceptar que algo es demasiado para mí, que no puedo solo, que me sobrepasa, que no puedo ser todo el tiempo fuerte para los demás. Eso sí que debe ser difícil.

¿Cuántos papás no sufren por las leyes que benefician a las mujeres perdiendo a sus hijos sin oportunidad de verlos crecer? ¿Cuántos hombres viven en silencio de su situación de abuso o violación por el estigma que existe de que esto no les puede suceder a ellos? Estas preguntas nos permiten empezar a entender por qué la tasa de suicidios en hombres dobla la tasa de suicidios en mujeres. ¿Qué se gana en una sociedad en donde tantos hombres ven como su única salida a una emocionalidad reprimida, dejar de sentir en absoluto?

El fin de esta reflexión no es victimizar a los hombres, ni es quitarle la importancia a lo que sufren las mujeres a raíz del machismo; es comenzar a comprender cómo los supuestos ganadores de la situación sufren de tantas maneras en silencio. Es poder abrir los ojos como país de lo que esto nos hace a todos. Lo que nos ha hecho por años y la importancia de cambiarlo. Eliminar el machismo no es una lucha feminista, no es una guerra de las mujeres, ni tiene que ver con favorecer a un grupo en específico. Eliminar el machismo es liberar a miles de hombres que no han podido llorar en paz desde que tienen memoria. Es ayudar a todas esas mujeres oprimidas a perseguir sus metas por grandes que sean y a no valorarse cómo se ven físicamente. Eliminarlo es darle una oportunidad a nuestro mundo de volverse un lugar sano emocionalmente sin importar el género, y ese trabajo, empieza en cada uno de nuestros hogares.

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