Su madre lo llamaba por su nombre: “Jorge, Jorge”, pero él no la escuchaba y seguía jugando con sus carritos, imaginando historias. Jorge había nacido de 7 meses, con un peso de 4 libras. El embarazo de su mamá había sido un poco duro: noches de fiebres y dolores.
“Mi mamá, al ver que yo no le hacía caso, le contó a mi papá sobre lo que me pasaba”, dice el joven, por medio del lenguaje de señas. Sus papás, en un intento por comprobar el estado de Jorge, tomaron una olla y una paleta y la hicieron sonar en los oídos de él. Nada pasó, todo seguía igual.
“Después de eso, mi mamá me llevó al Hospital Rodolfo Robles y el doctor le dijo que yo era una persona sorda. Ella se asustó, pero el médico le explicó que yo no era el único y que había más casos de niños igual que yo, que habían nacido sordos”, relata.
Los papás de Jorge Andrade son oyentes al igual que su hermano. Su mamá tiene discapacidad física y está en silla de ruedas.
Durante sus primeros años de vida asistió a terapia para aprender lengua de señas. “Mis papás se esforzaron el doble para que yo aprendiera y poco a poco lo fui haciendo. Recuerdo que mi mamá hacía recortes de objetos comunes del periódico, los ponía sobre la mesa y los leía para que yo pudiera leer sus labios”, explica.
A partir de segundo primaria hasta básicos estudió con personas oyentes. “A veces me frustraba porque no entendía lo que decían o de qué hablaban, porque antes era difícil que las personas sordas nos pudiéramos relacionar con las oyentes”, indica el joven.
Nada de lo anterior fue impedimento para que Jorge se graduara de perito en Mercadotecnia y Publicidad. Su vida laboral inició en un banco del sistema como encargado del archivo, pero su jefe vio el potencial que había dentro de él y fue ascendido a receptor pagador, donde permaneció por 8 años.
“Recuerdo que me premiaron por ser el empleado más valioso dentro de la compañía, pues alcanzaba todas las metas y los retos que los jefes me ponían”, resalta. La premiación se llevó a cabo en un reconocido hotel sobre la calzada Roosevelt. “Entré y vi a toda la gente que estaba en el lugar, aplaudiéndome. En ese momento entendí que mis capacidades estaban al mismo nivel que el de una persona oyente y eso me impulsó aún más”, asegura.
Actualmente trabaja como capacitador en el Benemérito Comité Pro-Ciegos y Sordos de Guatemala.
“Antes era difícil que las personas sordas se relacionarán con las personas oyentes porque nos limitaban mucho. Cuando llegábamos a solicitar un trabajo nos decían que no por nuestra discapacidad, pero ahora es diferente y especialmente porque luego de muchos años por fin se aprobó la Ley del Lenguaje de Señas”, manifiesta.
Nuevos retos
Siendo capacitador, su reto es enseñar lengua de señas a todas las personas y así crear más espacios de accesibilidad y oportunidad para las personas sordas. “En nuestro país no hay muchos intérpretes, lo que es necesario para poder comunicarnos tanto en ámbitos sociales como personales”, opina.
Ley de Lenguaje de Señas
El Legislativo aprobó el martes 28 de enero de 2020 el decreto No. 3-2020, que hace énfasis a la Ley que reconoce la Lengua de Señas de Guatemala (Lensegua), la cual busca la inclusión de las personas con discapacidad visual y auditiva.
Este decreto permitirá que las personas sordas o sordociegas tengan derecho a acceder a la enseñanza de la Lengua de Señas como primera lengua.
La ley establece que:
- Este idioma deberá implementarse en establecimientos públicos y privados, así como en la televisión nacional.
- El Consejo Nacional para la Atención de las Personas con Discapacidad (Conadi) asesorará al Ministerio de Educación para la aprobación de materiales que se utilizarán para los cursos de lengua de señas que serán impartidos en el país.
- Toda persona sorda tendrá derecho a acceder a la enseñanza de la lengua de señas, sin ningún tipo de discriminación.
- Cada 23 de septiembre se conmemorará el Día de la Lengua de Señas de Guatemala.
“Me siento feliz de que se haya aprobado la ley, porque ha sido una larga lucha y sé que con esto en un futuro habrá más intérpretes y nos podremos relacionar más y habrá más oportunidades para las personas sordas”, agrega.
El sueño más grande de Jorge es conocer el mar y sentir “cómo moja mis pies”, y aunque nunca haya escuchado una melodía, la música la siente a través de las vibraciones, el ritmo y el movimiento del cuerpo de las personas.