Entre árboles, tranquilidad y estructuras, Iximché acoge a cientos de visitantes cada año que buscan conocer sobre la capital del reino maya kaqchikel, antes de ser invadida por los españoles. Ubicada en Tecpán, Chimaltenango, es ahora un sitio arqueológico en donde se guardan vestigios de una civilización.
Hoy, las ruinas sufren otros problemas. Fuera de los percances estructurales al ser encontradas, Iximché no cuenta con apoyo, ya que es mantenida por una comunidad de personas apasionadas por la historia. Entre ellas, el guía turístico del sitio, Balam Kitze, quien ha dedicado su vida al cuidado y conservación de la cultura maya.
Hijo de una pareja quiché-kaqchikel, la curiosidad por el largo linaje de peleas entre ambas culturas, le llevó a aprender en ambos idiomas. Balam ha estudiado durante siete años el kaqchikel. “He sido parte de los recientes cuidados que se llevan a cabo”.
Balam, también intenta dar a conocer su cultura y por este medio tratar de conservarla. “Cuando recibimos visitas es una oportunidad para transmitir nuestros conocimientos y cultura de los kaqchikeles”, argumenta el guía.
Por otro lado, Balam no solo busca otorgar conocimientos, sino romper mitos que se tienen de las costumbres ancestrales que los genes de sus padres le dieron. “Gracias a varias cooperativas y misioneros extranjeros, en su mayoría de Costa Rica, que nos ayudan a llegar a las escuelas y enseñar sobre nuestras culturas”.
“Muchos consideran que las ceremonias mayas son brujerías o que estamos haciendo algo malo. Estos eventos son parte de una cosmología de miles de años y que pertenecen a una muestra de agradecimiento a aquellos que nos han ayudado. Antes, en Iximché, eran perseguidas las personas que iban a las ruinas a realizarlas, pero logramos cambiar eso”, expuso el guía.
Para entender la cultura, Balam cambió su estilo de vida para adentrarse a la de sus ancestros. “Todos los días se trata de aprender sobre la misma. Incluso, ahora participo en un campeonato de pelota maya, en el cual se recrea con mucha exactitud el juego más famoso de esta civilización”, recalcó Balam. Por otro lado, su servicio en el sitio arqueológico fue el resultado de un comité dispuesto a mantener las estructuras. “Somos un grupo que vio las necesidades de este sitio tan importante para la historia de Guatemala, por lo que nos hemos dedicado a salvaguardarlo”.
En la actualidad, solo dos guías turísticos apoyan adentro del sitio arqueológico, como una lucha para mantener en buen estado las estructuras que dejó el pueblo kaqchikel. También, las historias, leyendas y creencias que transmitieron a las generaciones siguientes y que Balam comparte entre las ruinas de la primera capital guatemalteca.