En la 6ª. calle Oriente de Antigua Guatemala, cientos de personas pasan diariamente por la puerta de las Obras Sociales del Santo Hermano Pedro.
Al ingresar al hospital, largas filas de pacientes de todas las edades esperan ser atendidos por médicos nacionales e internacionales.
Las pequeñas imágenes del Santo Hermano Pedro ayudando a los pobres, curando enfermos y rezando acompañan a los pacientes en los pasillos del lugar, recordándoles la misión de esta gran obra social que ha cambiado la vida de miles de guatemaltecos.
Desde hace 38 años, brinda ayuda a los guatemaltecos que más la necesitan, a través de dos grandes programas: los hogares y los de salud.
Bajo la dirección de los frailes franciscanos, profesionales y voluntarios han sido ejemplo vivo de las enseñanzas del Hermano Pedro, el santo de Guatemala.
El programa de hogares cuenta con más de 400 residentes permanentes en distintos centros y asilos. Brinda anualmente casa y alimentación a más de 6 mil 500 personas.
En el programa de salud se llevan a cabo más de 6 mil cirugías anuales, con el apoyo de más de 1 mil 250 médicos extranjeros y nacionales.
También se realizan más de 45 mil consultas médicas especializadas, 23 mil consultas médicas generales, 108 mil laboratorios clínicos y más de 18 mil estudios de imágenes diagnósticas cada año.
Cada paciente, voluntario, residente y beneficiario tiene una historia que contar, pero todas convergen en la gran labor que esta institución ha realizado en los últimos años.
Desde Europa
Bernadette Faurie nació en Francia, donde se graduó como enfermera y trabaja en un hospital a medio tiempo. Durante 4 meses, viaja a Guatemala para trabajar en las Obras Sociales.
En 1999, visitó Guatemala por primera vez en un viaje organizado para personas con discapacidad. La encargada de la excursión la llevó a conocer las Obras Sociales y dijeron: “Nos gustaría trabajar aquí algún día”.
Bibi, como la conocen en el hospital, comenzó a estudiar español. Un año después empezó a trabajar en las Obras, en distintos lugares.
“Aquí me siento a gusto. Lo que hago es por mi propio gusto y pasión. Aquí me siento útil. Conozco este país desde hace muchos años y me ha hecho crecer”, mencionó la enfermera.
Trabajó en la sala de convalecientes, pero es en el área de rehabilitación nutricional infantil donde se siente más cómoda. Lleva 10 años conviviendo con los pequeños.
“Atender a niños me gusta mucho porque no existe esa dificultad de comunicación que existe con los adultos, ellos se expresan llorando o sonriendo”, comentó.
Para Bibi, trabajar en las Obras es una experiencia satisfactoria, que no requiere mucha capacitación. “Hay que ser muy humildes y tener paciencia. También hay que tener muchas ganas de hacer este trabajo y ayudar, con eso basta para ser voluntario”, agregó.
Una experiencia abrumadora
Para la doctora Jane Papp, originaria de Victoria British Columbia, Canadá, trabajar en las Obras es una experiencia abrumadora en el buen sentido.
Escuchó de la institución por primera vez en 2017, cuando una amiga cirujana le contó de un “Care Team” que visitaba Antigua cada año desde hace cinco años.
Alrededor de 30 voluntarios, entre médicos, cirujanos y enfermeras, atienden durante una semana a los más necesitados, quienes reciben atención especializada.
“Mi experiencia aquí ha sido algo profundamente abrumador. Mientras cuidaba a los pacientes y convivía con ellos, mi corazón se movió muchísimo”, dijo en inglés.
Jane guarda muchos recuerdos especiales, pero uno que marcó su memoria fue protagonizado por un señor de unos 80 años, proveniente del interior. Llegó vestido con su traje típico y acompañado de su hija.
Papp recuerda que lo primero que vio fueron sus ojos azules, los más brillantes que haya visto. “Tenía una gran sonrisa también”, agregó Jane.
Le preguntó a su hija si podía preguntarle a su padre por qué sus ojos eran azules. “Su respuesta me impactó, me dijo que no importaba, que todos éramos iguales, que éramos todos personas”, refirió.
Cumpliendo sueños y metas
Brinda Santos, originaria de San Antonio Aguascalientes, conoció las Obras hace unos 25 años. Desde pequeña, tuvo una discapacidad que no le permitía caminar bien. Por ello, se mantenía encerrada en su casa, no conocía el mundo ni su pueblo, por miedo a lo que dijera la gente.
En ese momento, contaba únicamente con tercero básico, pero se acercó a las Obras y los frailes le dieron la oportunidad de seguir sus estudios. “Realicé mis sueños. Venía con la inquietud de ser una persona útil”, manifestó.
Ahora, Brinda trabaja en las Obras como cajera, donde recibe con una sonrisa a más personas que han vivido lo mismo que ella.
“Con una discapacidad, nos sentimos aferrados a decir ‘no puedo’. Gracias a las Obras, exploté mis conocimientos y ahora tengo y una familia”, explicó.
Entre lágrimas, Brinda recalcó la importancia que tuvo esta oportunidad para ella, ya que ahora se siente libre. Además, reconoció que todo funciona gracias a la ayuda de Dios y la intercesión del “Hermanito Pedro”.
“Nuestra verdadera discapacidad es encerrarnos en nuestras casas y mundo. Así como se me abrieron las puertas a mí, se las abren a muchas personas que lo necesitan”, afirmó.
Un millón de amigos
La organización lanzó hace unas semanas la segunda edición de la rifa anual “Un Millón de Amigos”, para garantizar la sostenibilidad y crecimiento de sus atenciones y proyectos.
Los números están a la venta en más de 2 mil 700 puntos en todo el país, del 1 de julio al 31 de agosto. Patrocinadores y empresas han atendido al llamado de amistad.
Te puede interesar: Así fue la celebración de la rifa Un Millón de Amigos 2018.
Los “amigos” pueden comprar los números en supermercados La Torre, agencias Banrural, tiendas La Paleta, distribuidores de pinturas Corona, gasolineras Shell y Unipetrol, tiendas de conveniencia Super 7, ubicadas en gasolineras Puma, farmacias Meykos y Del Ahorro, Super 24, Saúl, De Museo, farmacias Cruz Verde y Novex, entre otros.
Cada número cuesta Q20. Además de apoyar la causa, abre la oportunidad de ganar grandes premios como:
- Una casa de cuatro habitaciones en San Miguel Dueñas, Sacatepéquez.
- Un picop Toyota Hilux 2019.
- Cinco motos Honda.
- Cinco motos Suzuki.
“Trabajamos duro, con amor, transparencia y eficiencia, para que más guatemaltecos se sumen a #UnMillóndeAmigos y nos ayuden a poder crecer e incrementar nuestras atenciones”, señaló Fray Jesús Gómez, director de las Obras Sociales del Santo Hermano Pedro.
Gracias a cada número que los guatemaltecos compraron, la rifa de 2018 logró recaudar Q7.5 millones.
Anualmente, las Obras Sociales, a cargo de frailes franciscanos, atienden a más de 390 mil pacientes, alcanzando 1.8 millones de atenciones. Su labor ha convertido a la organización en la obra social más grande de Guatemala.
Fotos: Obras Sociales, Elena Gaytán.