Por su peso la llamaban rinoceronte, esta es su historia imagen

Desde mis 5 años sufrí abuso psicológico en el colegio, “era la gorda, la grandota, la que intimidaba”, me llamaron papaya, rinoceronte, se reían de mí.

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“Desde mis 5 años sufrí abuso psicológico en el colegio, ‘era la gorda, la grandota, la que intimidaba’, me llamaron papaya, rinoceronte, se reían de mí y lo peor de todo es que tenía el autoestima en un nivel tan bajo que hacía cualquier cosa para ser aceptada. Día a día cargaba con los cuadernos de mis compañeras, les limpiaba sus lockers, les hacía favores, me sentía completamente usada. Pasé por 3 colegios y cada recreo durante más de 5 años, estuvo lleno de lágrimas adentro del baño”.

Así comienza la historia de Ana, a quien la llamaremos por este pseudónimo para proteger su identidad. Ella es una mujer guatemalteca, de 22 años, quien durante toda su vida pasó por una etapa de bullying “casi eterna” debido a su peso.

Parecía que a sus 8 años este abuso era lo que más le preocupaba, pero algo inesperado estaría por pasar. “Un día mi papá llegó a casa, nos sentamos toda la familia en la sala del comedor y mi mamá fue la primera en hablar; recuerdo que dijo, ustedes saben que su papá viaja mucho a China, en esta ocasión el viaje será más largo de lo normal. Yo siempre he tenido una conexión especial con él y sabía que algo no estaba bien, que era una mentira”.

A pesar de ello, los días pasaron y habían sido tantos que Ana incluso llegó a olvidar que su papá estaba de viaje, por lo que decidió ir a visitarlo a la oficina. “Llegué y al verlo puso tal cara de susto que me hizo recordar que en teoría estaba en China, lo cierto es que jamás se fue. Ese día me enteré de muchas cosas de las que hubiese deseado no enterarme nunca. Hablamos por horas y finalmente me dio un norte de lo que estaba pasando, no lo quería entender, regresé ese día a casa con un nudo en la garganta”.




“Pasaron algunos días y no supimos nada de él. Una tarde apareció por la casa y tocó el timbre, sus palabras fueron: vengo por mis 3 hijos, hoy me voy a casar, ese ha sido el día más fuerte de toda mi vida”. Ana se enfrentaba a una nueva realidad sin su papá, sin su mosquetero, sin su mejor amigo. Él iría a vivir con su nueva familia y ella sintió que dejaba de ser importante, que pasaba a segundo plano, que lo perdería para siempre.

“Pasé días de martirio junto a mi mamá y mis hermanos, eran peleas constantes con ellos, pues mi trauma era extremadamente fuerte y lo único que quería era dejarlo todo e irme con él. Lo más triste del caso es que durante 8 años no quiso recibirme en su casa bajo la excusa que tenía una nueva familia y que yo no pertenecía allí. Con el tiempo colmó mi paciencia así que un día le dije: hoy ya no voy a vivir donde vivo, si tú me aceptas muchas gracias, si no, voy a ver en dónde caigo”.

Inmediatamente la aceptó en su hogar y se trasladó a vivir con él, pero hacía falta algo, el vacío continuaba y la ansiedad por la comida, también. “Un día fuimos a la nutricionista con mi papá, para entonces pesaba 250 libras y tenía 18 años. Me realizaron exámenes médicos y los resultados fueron caóticos, estaba a punto de tener diabetes tipo 2, si no cambiaba mi vida en ese momento, sería un final terrible”.

“Pasó una semana y encontramos una alternativa a través de una operación, pasé investigando por días hasta que estuve de acuerdo y decidí que me internaran en el hospital. Tenía mucho miedo, me enfrentaría a algo desconocido y existía el riesgo de que las cosas no funcionaran. Hoy me atrevo a decir que el día que me hice esa operación, me cambió la vida. En cuestión de meses adelgacé y hoy soy otro ser humano.”




Ana se ha convertido en una mujer dedicada a apoyar a otras mujeres para que se quieran como son, que no quieran cambiar nada de ellas, y que mucho menos se dejen llevar por los comentarios de las personas que las rodean. “Muchas de las personas que abusaron psicológicamente de mí, decían que ‘me había ido por el camino fácil, que qué rico salir de todo en cuestión de horas y adelgazar como si nada hubiese pasado’ , lo que nadie entiende es que esa operación fue una emergencia, durante todos los años que estuve con distintas nutricionistas, bajaba 5 libras, subía 10, bajaba 15 y subía 30, es algo que nadie más que yo, puede entender”.

Y es la historia de Ana, una de las tantas que existen en el país y en el mundo de mujeres que llegan incluso a odiarse a sí mismas por el estigma de la sociedad hacia su físico. “En Guatemala, en esta sociedad y especialmente en el círculo que me rodea, puedes morirte por dentro, puedes vivir un infierno, que las críticas siempre van a ser las protagonistas”. 

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