El guatemalteco esperanzado imagen

La característica del guatemalteco, la esperanza y la importancia de seguirla teniendo.

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Me siento un martes por la noche a ver la toma de posesión, un evento que pasa cada cuatro años, algo memorable y entonces vuelvo a ver cómo un señor se para ante la cámara y nos empieza a prometer la luna y las estrellas a mí y a todos los guatemaltecos. Curioso, pienso inmediatamente, no porque no crea en él, le tengo fe a nuestro futuro presidente, yo misma voté por él desde la primera vuelta, sino por la forma en la que seguimos creyendo, en esa fe casi ciega que nos caracteriza a los guatemaltecos y que tantos ya han estado perdiendo.

Entonces pienso en cómo nos describiría como guatemaltecos y para mí eso es ser chapín, es ser esperanzado. Somos un país con quinimil problemas sociales, políticos, de corrupción, de salud, de educación, de pobreza, nos prometen mil cosas y aunque sabemos que no se van a cumplir todas siempre volvemos a poner nuestra fe en que algo puede cambiar. Este mismo espíritu que nos hizo pensar que, si unos cuantos nos reuníamos en una plaza, podíamos despedir a nuestro representante y terminamos haciendo que renunciara. Somos el pueblo del “mañana será un mejor día” y es eso realmente lo que nos caracteriza. Ni bueno, ni malo, tal vez particular, pero siempre pensamos que podemos mejorar a pesar de los problemas que hayamos tenido. El peor guatemalteco que he visto no es el que tira la basura, ni siquiera el que perjudica activamente al país; el peor chapín que he visto es el que renuncia a que algo cambie, el que se quiere ir, el que ya no quiere ser de aquí.

Ser chapín es creer en un mañana mejor, es saber que estando en las peores de las peores podemos mejorar algo, es volver a escuchar un discurso cada cuatro años y desear, con todo nuestro corazón que esta vez algo sí sea diferente. Es confiar ciegamente en nuestra gente, entender que todos somos país y que aunque velemos por todos si no nos preocupamos para nada por lo que dice el de a la par, es ese mismo quien va a elegir nuestro futuro.

 

Ser chapín no puede ser indiferente, tiene que ponerle corazón, confiar en el cambio, gritar en el estadio, presumir en el extranjero, ayudar al desconocido, decir “buenos días” en un elevador lleno de extraños, comer shucos de la calle, darle limosna al mismo niño cada semana, confiar en que la próxima vez que tratemos de hacer algo, sí lo vamos a hacer mejor. Cuando yo veo esta característica, sonrío; no somos ilusos, ingenuos, no somos necios. Sabemos que podemos ser mejores.

La psicología positiva es de las ramas actuales más importantes de la psicología y en ella se habla de la importancia de la esperanza, para involucrarnos en nuestro objetivo, esforzarnos por lo que queremos, recuperarnos de los contratiempos y seguir caminando en las dificultades. Es una de las características más importantes de buen pronóstico en la terapia psicológica, creer que lo imposible está a un par de intentos de distancia y que lo malo no se puede quedar así para siempre. La esperanza es resultado directo de los pensamientos positivos, los cuales a nivel psicológico generan un “efecto ampliatorio”, que literalmente expande el campo visual del ser humano temporalmente para ampliar las posibilidades de ideas o soluciones necesarias en el momento. Por otro lado, también se ha demostrado que las personas con emociones positivas son más afables y colaboradoras con los demás, pues se sienten más cercanas y sintonizadas con los que los rodean.

El guatemalteco es esperanzado y gracias a eso tiene más posibilidades de solucionar sus problemas sociales, unirse con los demás y aprender a colaborar. Es necesario que mantengamos esta chispa que nos caracteriza, que sepamos hacer con ella y que no importa qué tan negro esté todo, que ser chapín siga significando creer que mañana va a ser mejor, para poder empezar a encontrar alternativas para que efectivamente sea mejor. Claro que, como todo, no solo depende del nuevo presidente, depende de lo que podamos hacer tú y yo en nuestro día a día. Ojalá tengamos la misma esperanza para nosotros, que la que tuvimos para él el martes en la noche.

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