Esta tarde cuando el reloj marque las 14:00 horas, será investido como Presidente Constitucional de la República de Guatemala, el doctor, sin clínica ni pacientes, Alejandro Giammattei Falla. El recurrente candidato a la banda azul y blanco, tras cinco derrotas en las urnas –tres a la presidencia y dos a la alcaldía de la capital– alcanzó al fin el tan ansiado objetivo: estar al frente de un país que ha dado innumerables muestras de resiliencia ante la más rancia y retrograda clase política.
Así es Guatemala lo aguanta todo, en las décadas de 1960, 1970,1980 y 1990 el país soportó una cruenta guerra interna, la que se caracterizó por el exterminio sistemático de comunidades en resistencia en el interior del país, bajo las fuerzas del Estado.
Así fue como llegamos a la “nueva era democrática” y así fue como también firmamos la paz. De las dictaduras pasamos a las cleptocracias, cuyo mayor exponente fue el general retirado Otto Fernando Pérez Molina, quien dio cátedra magistral de crear estructuras criminales para saquear un Estado.
El impresentable, pusilánime e inepto de Jimmy Morales, cuya presidencia pasará a la historia como la de un aprendiz de dictador y saqueador del erario público. Secundó bastante bien a Pérez Molina y al estilo del también recordado Alfonso Portillo, vivió cuatro años de los excesos que el poder le permitió: ropa, comida, bonos, negocios turbios, lentes, viajes y una retahíla de privilegios a cambio de una gestión mediocre y sin rumbo.
Hoy asume entonces Giammattei Falla, quien durante un mitín político aseguró que “no quiere ser recordado como un hijueputa más en la historia del país”. Morales soñó alguna vez estar en la memoria de los guatemaltecos como el mejor presidente de Guatemala, pero la tradición oral y escrita claramente no lo ven como aquel anhelado idilio presidencial.
¿Cuál será la suerte de Giammattei? ¿Cómo será recordado? Recordemos que ya algunas páginas escritas del médico sexagenario que hoy portará la banda presidencial. El otrora director del Sistema Penitenciario fue una de las piezas claves para un operativo policial en una prisión del país en 2005, donde se evidenció un uso excesivo de la fuerza y donde se presume que hubo ejecuciones extrajudiciales.
Por esos hechos fue enjuiciado y absuelto, pero ese capítulo de su vida permanecerá en la sombra, sobre todo por la evidencia de los excesos de aquel operativo.
Al presidente Giammattei se le asocia a militares conservadores de extrema derecha y de acuerdo a publicaciones de prensa fue financiado por contratistas del Estado. El apoyo de Alberto Pimentel, quien será el ministro de Energía y Minas fue determinante para su llegada al poder.
Una publicación de diario elPeriódico asevera que Pimentel es accionista de la empresa Fersa S.A a la que se le adjudicó la construcción, poco transparente, de la construcción de una línea de 440 kilómetros para ampliar la red de transmisión eléctrica.
El nuevo presidente del país ha dado ya algunas muestras de intolerancia a la crítica, su discurso es visceral y enérgico. De hecho, previo a la segunda vuelta electoral una periodista lo increpó respecto a los gastos con los que asumía su campaña y con los que pagaba sus giras y conferencias de prensa. “Con mi tarjeta de crédito, acá no hay Adriatika que valga”, dijo visiblemente molesto.
En ese contexto mis augurios para el país son un tanto funestos, percibo a Giammattei como una versión mejorada de la prepotencia exhibida por Jimmy Morales, aunque haya algunos que le dan el beneficio de la duda, habrá que ver cuánto tiempo le tomará al nuevo presidente mostrar su verdadero rostro.