Las conexiones entre los miedos adquiridos y las reacciones que estos provocan en determinadas personas pueden ser infinitas. La mayoría de las veces, las fobias se traducen en acciones irracionales de rechazo cuyos orígenes provienen de experiencias olvidadas. Para muchos, una vez están frente al estímulo, es imposible mantener el control. Delia, por ejemplo, le tenía pánico a los gusanos. Elizabeth, a las ranas. Y era como si de metal e imanes se tratara, los bichos llegaban a ellas en los lugares más insospechados paralizándolas de terror.
Yo, si hay una araña en el techo, bajo ningún concepto paso por debajo. De hecho, estoy convencido que mi alergia al gluten es producto de los insecticidas que utilizo eliminando a esas pesadillas malignas y horrendas ¿que son almas bondadosas de Dios? ¿Que no se meten con los humanos? ¡Ja, qué me importa! Gracias a una mordedura de uno de esos arácnidos de ocho patas, variante que ataca el movimiento sin mirar tamaño, casi pierdo el brazo izquierdo. Por lo tanto, araña vista, araña extinta; decretado.
¿Y las culebras? Esos reptiles que, como su nombre lo indica, se deslizan por el suelo y están condenadas bíblicamente al desprecio humano. A ver lectores, ¿podrían imaginar por un momento que están dormidos y de pronto un cuerpo frío se desliza debajo de sus colchas, enroscándose entre sus piernas? Claro que esta parte del reino animal posee ejemplares letales. Pero no son los más abundantes. Delfina, un ama de llaves valiente y decidida, pierde todo tipo de control delante de una de ellas. Y no es la única.
Como todos los listados en este relato, Víctor Hugo, es una persona cercana a mí por el vínculo de la amistad. Este hombre, al igual que otros tres o cuatro varones de pelo en pecho, que también sufren de un temor irracional a los ratones, pierde el seso frente a los roedores. Si les tiene que hacer frente para matarlos, como los otros santos varones, le hacen ganas y ya. Sin embargo, el estómago se les revuelve a todos, les sudan las manos y son presos de una sensación de vértigo que les obnubila la razón.
Cerrando el cuadro de los miedos, hay que recordar el lugar que ocupan en el imaginario las cucarachas voladoras. Conozco a pocas personas capaces de mantener la compostura ante un evento de esta naturaleza. Concluyo; no hacen falta historias paranormales para darnos cuenta de que, en realidad, las cosas que nos provocan terror muchas veces pueden estar vivas y caminando por nuestras almohadas mientras dormimos.