Pareciera haber una relación de distancia entre racionalidad y sexto sentido. A mayor control de nuestras emociones, menos espacio le damos a nuestras intuiciones. Sin embargo, hay personas que predicen, en mayor o menor medida, eventos inesperados. Es claro que muchas mujeres, principalmente aquellas que han creado vínculos afectivos desde la maternidad, tienen el don de percibir cuando su prole está en peligro. Certeza que se manifiesta de diferentes maneras, pero que las pone sobre alerta sobre sucesos que otros no logran captar.
A veces, lo obvio salta a la vista y por segundos o, hasta por minutos, estos sujetos son capaces de predecir el futuro. Ejemplos que ilustren la idea los hay en abundancia, principalmente cuando una tragedia se avecina. Para el terremoto de 1976 hay relatos de varias familias que salieron de sus casas con horas de antelación. Algo en su fuero interno les alertó y sin saber por qué, se pusieron a resguardo. No hay una receta ni temporalidades, algunas despertaron minutos antes y el evento telúrico les sorprendió despiertos ¿cosas de nuestro ángel guardián?
Hay quienes atribuyen el desarrollo de esa habilidad a la capacidad de observación. Un vistazo, probablemente inconsciente, le bastó a más de alguno para no estacionarse en tal o cual locación. Minutos después, un árbol o un muro, se desploman en el lugar en donde iba aparcar su vehículo destruyendo todo lo posible en su caída. Es como si el destino y el instinto de conservación entraran en pugna y, en cosa de segundos, uno cambiara su suerte con la de otra persona.
Se sabe de sujetos que no han querido subirse a vuelos que, posteriormente, se han estrellado. En una decisión inexplicable de último minuto permutan, sin saberlo, su propia existencia con la de otras personas ¿cómo se le puede dar explicación a estas premoniciones? En Guatemala ha habido muchos y desastrosos accidentes aéreos, principalmente en el área del Petén. A principios de los años ochenta un vuelo turístico, en el que viajarían las dos hijas del embajador de Venezuela, se desplomó. Ambas, a último momento, no subieron a la nave y salvaron la vida. El 27 de octubre de 1951, varias glorias del arte nacional fallecieron trágicamente en un catastrófico accidente. El tenor Juan de Dios Quezada no realizó el viaje porque el cantante Manolo Rosales tomó su lugar en aquella gira.