La inmigración denominada “irregular” de connacionales a Estados Unidos trae serias repercusiones sociales para el país. Desintegración familiar, riesgo de muerte y un mayor deterioro económico para aquellas familias que arriesgan todo y se quedan sin nada, son tan solo algunos elementos a considerar. Esto es conocido por todos, pero lo que realmente me congeló el alma, fue leer la noticia publicada por el diario Prensa Libre, que hace alusión a una nueva modalidad: utilización de niños de alquiler para supuestamente facilitar un permiso laboral a los migrantes.
¿De qué trata esto? Es una nueva modalidad, aparentemente ideada por los coyotes, que consiste en alterar documentación extendida por el Registro Nacional de las Personas (Renap) de adultos que simulan viajar con sus hijos, con el objetivo de solicitar un permiso laboral en Estados Unidos. Pero, en realidad se trata de niños cuyos padres, supuestamente, decidieron alquilarlos para este propósito.
Detrás de esta macabra estrategia están los coyotes que persuaden a los viajeros a tomar estas medidas y les argumentan que al viajar acompañados de niños, falsos hijos, “les será más fácil conseguir un permiso laboral”.
De acuerdo a la publicación periodística entre julio y octubre ya se han detectado cuatro de estos casos. El artículo informativo habla de la detección de organizaciones criminales que se dedican a alquilar a niños para facilitar la llegada a Estados Unidos.
Me he quedado helado al leer esta noticia ¿hasta dónde están dispuestos a llegar estas bandas criminales para lograr sus objetivos y captar más clientes? Me resulta tremendamente perverso utilizar a niños para estos fines y estoy convencido que estamos ante una nueva modalidad de trata de personas.
No puedo imaginar el temor y el desconsuelo de estos chicos que son obligados a mentir, a viajar en compañía de personas que no son sus padres, en el mejor de los casos con familiares. Pienso con desconsuelo en la angustia de estos infantes que son utilizados por estas bandas criminales.
Lo más preocupante aún es pensar en la posibilidad, de lo cual aparentemente aún no hay evidencia, de que los niños pueden ser sustraídos de sus entornos sin el consentimiento de sus padres y obligados a viajar con desconocidos. Eso sería tremendamente sádico y lamentable.
Tampoco puedo sacar de la ecuación que, detrás de esta modalidad está el consentimiento expreso de los padres, quienes por un interés económico exponen a sus hijos a un viaje de alto riesgo, que representa además un daño emocional e irreversible para las víctimas.