A 18 años de la muerte del maestro.
La vida es misteriosamente hermosa. Hace algunos años, en el marco del Día Internacional del Libro, los amigos del Profesorado de Enseñanza Media en Lengua y Literatura de la Universidad de San Carlos de Guatemala (USAC) me invitaron a dar una charla para 200 maestros sobre “La narrativa como recurso educativo en el aula”. En esa oportunidad una catedrática me dijo: “Acá está la hija de Luis Alfredo Arango, Laura”, se me erizó la piel, pues admiro la obra del maestro y conocerla era un gran honor, ya que pude ver en su cuaderno de apuntes que ella tiene una caligrafía hermosa, además de buena ortografía.
Pasaron los años y hace pocas semanas realizamos una actividad cultural en el Mercado de Artesanías, en la zona 13, alguien preguntó por mí y cuando llegó me obsequió unos ejemplares del libro de su papá El amanecido o cargando el arpa. Acá pueden encontrar un enlace con esa lectura: https://es.scribd.com/document/32731509/El-Amanecido-o-Cargando-El-Arpa-Luis-Alfredo-Arango
Después de algunas tardes resultamos tomando café y atol de elote en su casa, preparados por las bellas manos de la viuda del maestro Luis Alfredo. Fue una tarde de risas, anécdotas, historias, poemas, navegamos entre las fotografías de la sala, los cuadros dibujados y pintados a mano por el maestro, quien además de escritor tenía gran habilidad para las artes plásticas.
Aprendimos desde los ojos de su esposa, su hija y su nieta un poco más de la vida del maestro.
Luis Alfredo Arango fue uno de los autores más destacados de Guatemala. Nació en 1935 en Totonicapán, a 180 kilómetros de la capital y falleció el 3 de noviembre de 2001, en la Ciudad de Guatemala. En su juventud, se formó en la docencia, estudió en la Escuela Normal Central para Varones, ejerció su profesión de maestro en el pueblo de San José Nacahuil, región indígena en donde la dura vida a la que sus habitantes eran sometidos lo marcó para siempre. Se relacionó con enfermedades y la falta de asistencia médica, con la hambruna, con el abandono escolar, eso repercutió en su sensibilidad como escritor. En sus obras exploró la identidad de su pueblo.
Fue miembro fundador del Grupo Nuevo Signo en 1968.
Publicó los siguientes poemarios: Brecha en la sombra (1960), Ventana en la ciudad (1962), Toro sin alas (1963), Papel y tusa (1967), Boleto de viaje (1967), Arpa sin ángel (1968), Dicho al olvido (1969), Grillos y tuercas (1970), Clarinero (1971), Bocetos para los discursos de Maximón Bonaparte (1973), El amanecido o cargando el arpa (1975), Letras y rayas (1976), Canto florido (1976), El zopilote biónico (1979), El archivador de pueblos antología ( 1977), Memorial de la lluvia (1980), El Rajop Achij Tecum (1984), Imágenes de cuaresma y El volador (1990).
Publicó los cuentos: Cuentos de Oral Siguán (1970), Carta a los manzaneros (1972), La Tatuana (1984), Lola dormida (1983), Las lágrimas del Sombrerón (1984), El país de los pájaros (1992) y La serpiente pitón (1997); así como las novelas Cruz o Gaspara (1972) y Después del tango vienen los moros (1988).
Participó en varios concursos literarios y obtuvo, entre otras, las siguientes preseas: Primer Premio, Rama de Poesía, en el Certamen de la Asociación de Estudiantes Universitarios (1961) y Premio Nacional de Literatura Miguel Ángel Asturias (1988).