¡Llegaron las vacaciones! Y con ellas el exceso de televisión. Pero, para no sentirme tan mal y que a mi hija de cinco años no le falte el contacto humano decidimos con mi esposo elegir programas para verlos en pareja, mientras el otro cuida de la pequeña que aún no la exponemos a la tecnología.
Ellos ven una serie de sirenas y nosotras hemos elegido el famoso programa de competencia de postres Sugar Rush. En cada capítulo se enamoraba de un pastel y lo pedía para su cumpleaños.
Pero hubo una edición del programa que le encantó: la de los unicornios. Estaba tan entusiasmada con ver los pasteles que saltaba en la cama mientras elegía su equipo favorito.
Mientras comenzaba el capítulo no me percaté que una de las parejas participantes eran homosexuales. Durante la presentación de los chicos pasaron una fotografía donde se están dando un beso. Fueron tres segundos en los cuales lo único que me dio tiempo a ver fue cómo los ojos de mi pequeña estaban bien abiertos poniéndole atención a la televisión.
Inmediatamente escuché su voz dulce: “Mami…” mi corazón se paralizó. Siempre dije que hablar de estos temas con mis hijas iba a ser lo más normal del mundo. Pero, ya en la práctica es otra cosa, aparte tiene cinco años, pensé.
Ella prosiguió con su acotación: “Mami y ellos…” continuó. Mi mente daba vueltas a mil por hora. ¿Cómo se lo explico? No tenía ni idea de cómo comenzar.
Mi generación ha aprendido a ver este tema como tabú y emitir opiniones muy contundentes: “Es algo malo”, “no es correcto” “Dios creó hombre y mujer” “pobrecitos”. Si nos descuidamos algunos de estos juicios se meten en nuestro ADN.
Mientras esto pasaba en segundos ella siguió y terminó la frase así: “Mami ¿ellos harán un pastel de unicornio?”. Respiré profundo. Sonreí y le respondí con una banalidad.
Una hermosa lección que mi hija de cinco años me ha dado. Quizás esta generación aprenda a ver la homosexualidad como algo que está en el mundo y nosotros solo debemos respetar la decisión y el criterio que tomen con este tema.
Sé que es difícil no emitir un juicio cuando hemos sido criadas en hogares religiosos.
Pero, yo espero que mis hijas tengan la oportunidad de excluir de su vocabulario acotaciones hirientes como “hueco” cuando quieran referirse a alguien que le faltó valentía para hacer algo. Tampoco quisiera que en su vida excluyeran a sus amistades por sus preferencias sexuales.
Si hoy me preguntan cómo ve mi hija de cinco años la homosexualidad podría responder: “Como un par de chicos que juntos hacen un hermoso pastel de unicornio y que lo más importante de ellos no es su preferencia sexual sino lo que hacen por este mundo donde vivimos”.