Muchas personas tienden a ser shutes por naturaleza. Metiches más allá de esa particular disposición humana de descubrir y alcanzar metas impensables. Estímulo, el de la curiosidad, que se ha traducido en progreso a lo largo de la historia de la humanidad. No tener oficio, sin embargo, puede ser un mal ingrediente. Ser aquel que siempre se mete en donde no lo llaman y que agrava su diminuta existencia colándose donde no se le necesita. El que, para remate, emite opiniones en el lugar y momento menos oportunos.
¿Ejemplos? Veamos, en una escala crítica, puntea el que detiene el tránsito en una vía congestionada para observar cómo alguien cambia una llanta, quien siembra un árbol, calibrar a los protagonistas de un accidente o para ver, en éxtasis, si desgraciadamente hay heridos o muertos. Imagine, querido lector, luego de ciento cincuenta mirones, el estado calamitoso del tráfico provocado por el insano fisgoneo de una multitud de shutes.
¿Y el vecino? Aquel que nunca ve cuando alguien roba cosas del auto aparcado en la acera de enfrente, pero que siempre está en la puerta a las tres de la mañana para observar quien entra o sale de las casas aledañas. Mismo, que, a la primera oportunidad, informa a la comunidad, de actividades paranormales en el hogar de su mejor amigo de la colonia porque lo vio entrar una refrigeradora nueva a su hogar y “no está en las condiciones económicas de darse ese lujo”. El metido que regaña a quien barre la calle porque levanta más polvo; a quien riega las plantas, porque qué pecado el agua; al que alimenta a un perro de la calle, porque se va a formar una jauría. En fin, shutes a los que nada les gusta y cuya principal actividad es la de no dejar fluir al resto de la humanidad.
Si sumamos la shutencia a la chismografía, ya podemos preocuparnos. Todos, siempre bien intencionados, arman cada historia de terror. Si el fulanito está muy delgado es porque “a saber qué enfermedad tiene” o “quién sabe qué se mete por las narices”. O bien, en las redes, difundiendo noticias falsas, respondiendo a opiniones a las que no ha sido invitado o bien, tergiversando una historia porque en realidad nunca aprendió a leer bien. Las redes sociales se prestan para la intolerancia, las mentiras y los malos entendidos. ¿Se ha planteado la posibilidad de ser usted una persona chismosa y shute? Una buena receta para evitarlo es no meterse donde no lo llaman. Otra podría ser, no engancharse con situaciones que, en realidad, no le importan.