Algunas personas revelan, luego de la pérdida física de un ser querido, que han tenido comunicación con él por diversidad de vías. Explicaciones para esto hay muchas. Los psicoanalistas, por ejemplo, lo atribuyen al estrés, o bien, a una disociación provocada por el dolor y hasta un ataque psicótico. En fin, la incredulidad de los que rodean al doliente hace que este, la mayoría de las veces, se guarde este tipo de experiencias para sí mismo. El hecho es que trastorno o no, hay suficientes testimonios que señalan la posibilidad de un canal de comunicación paralelo entre el mundo de los vivos y el de los muertos.
Los sueños, como he sugerido en otros relatos, pueden ser un portal a otra dimensión. Lo curioso es que, según se sabe, por alguna razón los muertos no siempre se anuncian directamente con sus allegados. Quizás porque no saben cómo conectarse con ellos ya que los vivos están encerrados en su dolor. En apariencia, algunos podrían trasmitir sus mensajes valiéndose de intermediarios que, por lo general, son recibidos como impostores incluso por los propios deudos. Y he allí, el porqué, muchos de esos eventos no son compartidos y el contenido del etéreo discurso se pierde. Probablemente, estos embajadores entre los dos mundos estén con una disposición receptora diferente y, al no estar marcados por el duelo, mantienen una actitud menos blindada a estos estímulos.
Para los que creen en este tipo de manifestaciones hay otras vías de contacto. Fotografías, textos u objetos relacionados al fallecido, suelen reaparecer en el lugar menos posible, pero en el momento más oportuno. Si quien los encuentra consigue entender el propósito del hallazgo, puede encontrar un poco de paz en su acongojado corazón e identificar respuestas a sus incertidumbres. Es solo cuestión de ver y apreciar el significado del diálogo. Fácil no es, pero, con entrenamiento al rato y lo conseguirían.
Más allá de estos eventos, que podrían ser fortuitos y poseer decenas de explicaciones racionales, también existen personas que sirven de puente entre ambos estadios. Aunque en el territorio de los médiums podría haber decenas de farsantes, hay los que sí poseen el don para la intercomunicación y hacer realidad la necesidad de encuentro. La muerte es un evento natural la mayoría de las veces y un desenlace inevitable. Para muchos no hay nada después de la vida, para otros sí. Inclusive hay los que creen en la reencarnación como modo de perfección de vidas pasadas. A los muertos hay que dejarlos en su territorio y no molestarlos, pero ¿qué pasa cuando son ellos los que necesitan comunicarnos algo?