En la historia democrática, solo en una ocasión se ha podido revertir la tendencia de que el segundo lugar en primera vuelta se convierta en presidente.
¿Ocurrirá a Torres?
Todas las encuestas dan como ganadora en primera vuelta electoral a Sandra Torres, presidenciable por el partido Unidad Nacional de la Esperanza (UNE). Pero ojo, que eso no significa que vaya a ser la futura presidenta de Guatemala.
La candidata del partido verde, cogobernante en el período 2008-2012, reúne los dos elementos más llamativos de los estudios de opinión: por un lado, es la que tiene la mayor intención de voto y por otro, el más grande antivoto. ¿Qué pesa más? Pues para dar una respuesta, habría que interpretar a profundidad las encuestas.
En efecto, la mayor intención de voto es para Torres; esto, gracias al posicionamiento que obtuvo durante los 4 años de gestión del gobierno de la UNE y al trabajo de las bases del partido en el interior del país, focalizado en poblaciones rurales. No es secreto para nadie el rechazo que genera en poblaciones en centros más urbanos, específicamente en las capas medias.
De hecho, la encuesta del diario Prensa Libre reflejaba que cerca del 50 por ciento de los encuestados manifestaban que nunca votarían por ella. Reformulamos la pregunta: qué es preferible, ¿liderar la intención de voto o tener un antivoto menos pronunciado?
Si el estudio de opinión al que aludo es correcto, a Torres de nada le servirá ganar la primera vuelta electoral porque irremediablemente sucumbirá ante el aspirante que logre quedar segundo el próximo domingo. Con un rechazo tan marcado, será muy complicado para la exprimera dama recoger un caudal electoral del 30 por ciento más uno durante el balotaje.
Las memorias electorales dan cuenta de que durante los últimos seis procesos electorales, la segunda vuelta ha servido solo para confirmar el resultado de la primera ronda. Esta tendencia es una constante en la nueva era democrática, aunque pudo ser revertida por el expresidente y hoy exiliado Jorge Serrano Elías, quien quedó segundo en un empate técnico.
En ese contexto, Sandra Torres podría revertir la tendencia de los últimos seis procesos y perder contundentemente en el balotaje. La candidata, que ha mostrado dotes de dictadora al mal utilizar una ley específica para proteger a mujeres violentadas, para sus mezquinos y perversos intereses, está cerca de ahogarse en la orilla.
En realidad, no hay mucho de bueno qué decir de la soberbia, prepotente e inescrupulosa candidata del partido verde. En realidad, auguro que perderá la presidencia contra el que llegue de segundo. Lamentablemente, no encuentro alivio en su eventual derrota política, pues las otras posibles opciones se vislumbran, quizás, más sombrías.
Tal como lo expuse en mi pasada columna, se me dificulta identificar cuál de los dos posibles escenarios me resulta más lúgubre: una segunda vuelta entre Torres y Giammattei o una entre Torres y Arzú.
La disputa por el segundo puesto y por la presidencia
Lo cierto es que bajo este contexto hay dos posibles aspirantes reales a la banda azul y blanco. Me refiero a los dos que se pelean por la segunda casilla: Alejandro Giammattei y Roberto Arzú. ¿Me entusiasma la idea? Claramente, no. Pues me temo que el remedio, anti Sandra, pueda resultar más dañino. Le temo a Giammattei, me preocupan sus nexos con políticos con exmilitares y porque el candidato de Vamos ha demostrado oportunismo e incapacidad para mantener procesos, pues ha militado de un partido en otro.
Respecto a Roberto Arzú, cuyas capacidades son bastante discutibles, no hay nada bueno que decir. Es evidente su inexperiencia en el sector público y es lamentable su discurso prepotente, trasnochado y plagado de propuestas populistas e irreales. En ese contexto y ante una realidad poco deseable, ¿qué opción es menos mala?