La utilización del castigo corporal para los niños es una cuestión altamente aceptada alrededor del mundo y a través de la historia. A pesar de esto, se considera un tema tabú y por eso no existen leyes que lo regulen en la mayoría de los lugares e instituciones. Sin embargo, recientemente han surgido zonas de no pegar, que son áreas públicamente reconocidas en donde pegarle a los demás es condenado por la ley, estas zonas se conocen como NHZ (No Hit Zones), a pesar de que el propósito principal de estas áreas es proteger a los niños, el esfuerzo se ha expandido para prevenir la violencia en todos los grupos de edades.
En los últimos años, se ha evidenciado que el castigo corporal es una de las principales barreras para que los niños decidan abrirse respecto al abuso sexual, pues creen que recibirían una “paliza” por decir la verdad. Sin embargo, el movimiento contra el castigo corporal va mucho más allá de este ámbito, pues se ha demostrado que hay una fuerte asociación entre el abuso físico y los problemas de salud mental, el comportamiento antisocial, la agresión infantil, la baja autoestima y el abuso de sustancias. Estos resultados con consistentes en diferentes grupos demográficos y geográficos. Por otro lado, se ha demostrado con tomografías cerebrales de niños que son golpeados al menos 12 veces por año en un período de 3 años reducían su materia gris en tres regiones cerebrales asociadas con el Coeficiente Intelectual según el WAIS-2, por lo que tenían menor capacidad de razonar y aprender a largo plazo.
A pesar de que la mayoría de los padres claman saber la diferencia entre el abuso físico y el castigo corporal, se ha demostrado que la mayoría de padres, que usan este método como principal fuente de disciplina no conocen sus efectos a largo plazo, no están familiarizados con alternativas efectivas y fueron educados de la misma manera.
El problema es que se utiliza el castigo corporal como último recurso cuando los otros métodos disciplinarios no funcionan y cuando se ha alcanzado este punto, los padres usualmente están más frustrados, enojados y con mayor probabilidad de golpear más fuerte. Sin embargo, para algunos este es el método que más fuertemente está instaurado en ellos como forma de educar, pues fue el que se utilizó con ellos y creen que es la única forma de infligir respeto, por lo que aparte de las consecuencias negativas es necesario hablar de la inefectividad de pegar. Para esto, es importante cuestionarse si el comportamiento por el cual se decidió utilizar el castigo corporal disminuye en realidad. Los niños, al ser golpeados o tratados con gritos, dejan de escuchar lo que el padre trata de transmitir y se enfoca solamente en el estímulo negativo del golpe o grito; por lo que es más probable que repitan el comportamiento más adelante sin llegar a comprender por qué deben actuar de diferente manera. Por otro lado, si el comportamiento sí disminuye, esta disminución se basa en una moralidad preconvencional, es decir solamente en evitar este golpe y no en cuestionarse qué es lo que está mal de la acción en sí. Estos son los niños que solo se portan bien frente a sus padres o que más adelante aprenden a seguir reglas solo cuando los jefes están presentes o están siendo supervisados. Es necesario que, para educar a los hijos, personas que van a salir al mundo a ser seres humanos independientes, se les explique por qué hicieron algo bueno o algo malo, tomando en cuenta que el diálogo, a pesar de ser el método más largo de implementar y el que representa mayor esfuerzo, va a generar una relación de comunicación abierta entre padres e hijos y favorece el aprendizaje moral a largo plazo. Ser padres es el trabajo más difícil del mundo y todos aprenden a serlo a medida que van adquiriendo experiencias, sin embargo, siempre es valioso informarse acerca de los efectos de nuestros actos en los demás para poder tener mayor probabilidad de que sea un trabajo satisfactorio y no frustrante.
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