También es conocida como hiperinsulinemia o insulinorresistencia. La resistencia a la insulina es una condición donde las células del cuerpo dejan de responder a la hormona insulina, evitando que se regulen correctamente los niveles de glucosa (azúcar) en sangre.
La resistencia a la insulina es increíblemente común y esto es alarmante, ya que al no ser tratada puede llegar a convertirse en diabetes tipo 2. Lamentablemente esto no es algo exclusivo de la vida adulta, pues cada vez más niños y adolescentes presentan esta condición que pone en riesgo su salud desde temprana edad. La buena noticia es que la resistencia a la insulina puede mejorarse dramáticamente con simples cambios de estilo de vida. Pero la buena noticia es que la resistencia a la insulina puede mejorarse dramáticamente con medidas simples de estilo de vida.
¿Qué es la insulina y cual es su función?
La insulina es una hormona secretada por el páncreas. Su función es regular la cantidad de nutrientes (proteínas, grasas y carbohidratos) que circulan en el torrente sanguíneo. Juega un papel primordial en el metabolismo de la glucosa en sangre, conocida comúnmente como “azúcar en sangre”.
Cuando consumimos alimentos que contienen carbohidratos (arroz, pan, postres, fruta, frijoles), el azúcar (glucosa) en la sangre aumenta. Esto emite una señal que causa que el páncreas libere insulina, la cual viaja en el torrente sanguíneo e indica a las células del cuerpo que deben tomar azúcar de la sangre para poderla convertir en energía que será utilizada por dichas células para diferentes procesos o para su almacenamiento.
¿Cómo se desarrolla la resistencia a la insulina?
En algunas ocasiones las células dejan de reaccionar a este aviso de la insulina; en otras palabras, no funcionan como deberían. En otras palabras, se vuelven “resistente” a la insulina (no le hacen caso). Cuando esto sucede, el páncreas produce aún más insulina, con el objetivo de que las células reaccionen a esta señal y que capten el azúcar dentro de ellas y así disminuir los niveles de azúcar en la sangre. Esto conduce a niveles altos de insulina en la sangre, lo que se denomina hiperinsulinemia. Piensen en un adolescente que no quiere hacer caso a una instrucción: entre más le insisten, menos lo hacen. Eso mismo pasa con las células y la insulina y si este patrón continúa a largo plazo, las células se vuelven aún más resistentes, lo que conlleva a una elevación tanto del azúcar en sangre como de la insulina.
Si esto perdura, el páncreas se daña y, como consecuencia, la producción de insulina disminuye o incluso cesa su producción totalmente. A raíz de este problema, el azúcar en sangre se dispara de forma descontrolada y cuando superan cierto umbral, se hace un diagnóstico de diabetes tipo 2.
Causas de la resistencia a la insulina
El sedentarismo, sobrepeso, obesidad y desórdenes alimenticios son asociadas con esta condición, pues todas promueven el aumento de las células grasas, principal factor en el desarrollo de la resistencia a la insulina.
Dormir poco o dormir mal es otra causa y existe mucha evidencia científica que relaciona la falta de sueño con la sensibilidad reducida a la insulina. Por ejemplo, un estudio en nueve voluntarios sanos encontró que dormir solo cuatro horas en una noche reducía la sensibilidad a la insulina y la capacidad de regular el azúcar en la sangre, en comparación con dormir ocho horas y media.
Tratamiento para la resistencia a la insulina
Existen tratamientos farmacológicos que ayudan a las células del cuerpo a sensibilizarse nuevamente a la insulina. Estos deben ser recetados única y exclusivamente por un médico, idealmente un endocrinólogo, posterior a una evaluación detallada de cada caso.
El objetivo es lograr que las células del cuerpo se vuelvan sensibles a la insulina, es por esto que la medicina debe ser acompañada de cambios de estilo de vida, puntualmente con una dieta equilibrada y el aumento de la actividad física para que realmente se pueda optimizar el tratamiento.
Una dieta alta en carbohidratos refinados como el azúcar, pan blanco, tortilla, pasta, arroz, alimentos de repostería, gaseosas, jugos de fruta, por mencionar algunos, tienen una capacidad muy alta de disparar el azúcar en sangre y por ende la reacción de la insulina será similar. Consumir estos alimentos con moderación o mejor aún, sustituirlos por granos integrales, más el consumo abundante de vegetales y la restricción de grasas saturadas y trans, son la combinación perfecta para evitar este desorden del metabolismo de la glucosa.
Hacer ejercicio regularmente es una de las mejores maneras de aumentar la sensibilidad a la insulina. Ayuda a mover el azúcar a los músculos para su almacenamiento y promueve un aumento inmediato de la sensibilidad a la insulina, que dura entre 2 y 48 horas, según el ejercicio. Tanto el ejercicio aeróbico como el de resistencia aumentan la sensibilidad a la insulina, pero la combinación de ambos en la rutina parece ser la forma más efectiva.
Reponer el sueño perdido es una herramienta relativamente sencilla que puede revertir los efectos en la resistencia a la insulina, haciendo que las células del cuerpo mejoren su sensibilidad.