No suelo escribir de la política, de los sucesos nacionales, pero hay cosas que vale la pena reflexionar, más allá de quejarnos, para abrir los ojos a nuestra realidad. A veces es nuestra responsabilidad cambiarla y sobre todo, en años electorales, es necesario tomar en cuenta muchos factores para tomar las decisiones. Elijamos un país con gobierno, con igualdad ante la ley, pensar que no vamos a poder cambiar nada muchas veces nos lleva a no querer intentarlo.
El miércoles 3 de abril se encontró una avioneta cargada en droga en Retalhuleu. Las autoridades enteradas tomaron camino a la escena para incautar a los responsables de este traslado de droga. Sin embargo, los habitantes de una comunidad, reunidos para defender este narcotráfico, tiraron unos balazos al aire y se reunieron en medio de la calle, por lo que la policía no pudo pasar. La Policía Nacional Civil decidió retirar a los agentes del lugar, desde el viernes, para evitar confrontaciones con la comunidad Manchón Guamuchal, en Retalhuleu. La policía se retira ante la amenaza de los civiles. ¿Solo suena absurdo para mí?
El Estado está obligado a ejercer la ley, en un mundo perfecto, diríamos nosotros. Sin embargo, si la ejercen para algunos, para algunos casos. El ministro de Gobernación fue firme en su decisión de echar a la CICIG hasta las últimas consecuencias. Este mismo ministro es incapaz de encarar con “profesionales” armados a un grupo de residentes de Retalhuleu, delincuentes, protectores del narcotráfico, que evitaron la captura de la droga y de los autores de su traslado. ¿Qué podemos esperar de una policía que es incapaz de enfrentar a un puñado de campesinos mal armados? ¿Qué nos enseña el actuar de la policía en este caso? Nos enseña que, si quisiéramos actuar al margen de la ley para apropiarnos de algo ajeno, invadir propiedad privada, conducir ebrio, etcétera, lo único que tenemos que hacer es:
1. Tomar medidas de hecho.
2. Conseguir un grupo más o menos importante de personas, que tengan ideas similares y quieran acuerpar las medidas de hecho.
3. Hacer unos cuantos disparos al aire, seguramente con armas no registradas.
4. Ser pacientes y tenaces, pues las autoridades se van a vencer antes que tú.
Lo triste es que ni siquiera este desgobierno es igual para todos. Pareciera que la lección que nos enseñan nuestras autoridades es que la ley, su aplicación y las consecuencias al crimen funcionan solo para los ciudadanos “correctos” con crímenes de poca violencia; pero para los marginados, corruptos y delincuentes, que bajo su bandera de pobres campesinos permiten una ilegalidad como la que ocurrió en Retalhuleu. Algo tan grande que incluso evita la investigación para permitir futuras incautaciones y capturas por cuestiones del narcotráfico.
Estos campesinos, que la semana pasada impidieron que un grupo de cobardes ejercieran su deber y seguro recibieron retribuciones de los narcotraficantes, son la más reciente manifestación del desgobierno que “gobierna” nuestra Guatemala. El problema es que, como país, hemos sido radicales y pendulares: venimos de un conflicto armado que terminó en 1996 y en donde murieron y desaparecieron miles de guatemaltecos por la simple sospecha de pensar diferente al gobierno, incluso, sin necesariamente infringir la ley. Ahora, un grupo de policías, adecuadamente equipados y armados, se inhibe de cumplir con su deber ante un grupo de campesinos medio armados.
Ambos extremos, malos e inaceptables. Necesitamos de autoridades dispuestas a cumplir con su deber, a hacer cumplir la ley, incluso cuando eso implique arriesgar su integridad física o su vida. De eso se trata ser servidores públicos, no de hacer cumplir la ley solo a los ciudadanos “fáciles de capturar” o poco violentos, que temen meterse en problemas. La ley debe ser aplicada por igual, estas normas que el Ministerio de Gobernación debe garantizar. Puede sonar utópico, incluso quejumbroso, pero estamos en un punto de la historia en el que de nuevo debemos preguntarnos qué futuro queremos, cómo podemos hacer que esto cambie. Las elecciones no son un chiste, no se trata de resignarnos a no participar o votar por cualquiera, pues miles de personas pequeñas, pensando en hacer cambios pequeños, pueden cambiar el mundo. No dejemos que nuestra Guatemala pase otros cuatro años en este estado de calamidad gubernamental, los guatemaltecos tenemos tanto potencial, lo único que nos falta es ese centro, la ley para todos y esa creencia de que esta tiene que servirnos a todos, no ser la que siga obstaculizando nuestro crecimiento como país.