Vivo en la ciudad de Antigua. Cuando pienso en ella, lo primero que me viene a la cabeza son los árboles plenos de flores con esa visión que perdura desde mi niñez. Aquellos años en que todo era perfecto; no habían llegado los muertos a mi vida. Son tantos colores, que su visión parece una exageración del recuerdo y una dislocación de la mente. Cada nueva temporada se repite la panorámica y con ella, la nostalgia me impele a la calle para convivir con los vecinos la experiencia de pertenecer a tan amada metrópoli. Todo huele diferente y, en el marco brindado por el contraste, decenas de acciones van sumando a las tradiciones que cada año se dan a lo largo de la Cuaresma.
Nunca fui cucurucho y mucho menos cargué andas. Sin embargo, con mi banquita al hombro, busco las mejores locaciones para apreciar aquella oleada humana. Hombres, mujeres, niños y niñas, cuya devoción envuelta entre inciensos les empuja a pasar largas jornadas caminando sobre las empedradas calles de la otrora Santiago de Guatemala. Las esculturas coloniales, las del siglo XIX y hasta algunas más contemporáneas, representan el culmen de varias generaciones artísticas. Obras, cuyo anhelo a santidad, los llevó a inspirarse en la abstracción de lo percibido como Divino. Jesús, María y otros varios protagonistas bíblicos alimentan el espíritu de gran parte del pueblo, que acude fascinado para ser parte presencial de los distintos cortejos y velaciones. La música sacra va a la par. Es entrañable y emociona hasta el tuétano.
Las alfombras, cada vez más singulares por las ocurrencias de quienes las realizan, incluyen variedad de productos, confundidos con los pétalos y los aserrines de colores. Vaya si no hay labor en su ejecución. Es un proceso que lleva minuciosidad, ganas de innovar y el deseo de rendir tributo a las advocaciones que transitan en procesión sobre ellas. Resultado del trabajo de muchas manos, conocidas entre sí, o no, que alimentan un espíritu solidario y de fe como pocos.
Y los parques no se quedan atrás. Engalanados con puestos de comida y dulces, invitan a relamerse con tanta oferta para alimentar la glotonería. Hay presupuestos para todos los bolsillos y una bullanguera multitud que no se sacia bajo ningún concepto. Chucherías de todo tipo y propuestas gastronómicas nacionales que, sin duda, nos evocan los tiempos de nuestros abuelos y padres. También existen museos como el del “Libro Antiguo”, “Colegio Mayor de Santo Tomás”, “Casa Santo Domingo”, “Museo Colonial”, “Museo de la Semana Santa”, “Capuchinas” o de “Los Capitanes Generales”, solo para mencionar algunos. Lo cultural artístico nunca pasa de moda.
Antigua Guatemala es una ciudad que, como muchas otras, representa una buena opción para esta Cuaresma. Cuídela, no traiga violencia ni basura, respete al antigüeño y a sus tradiciones y verá cómo pasa una buena temporada.