Entré al café. La vi de lejos. A pesar de que solo la conocía en fotografías, la ubiqué de inmediato. Joven, dueña de una fina sobriedad como la que caracteriza su forma de escribir, me pareció preciosa. Después de cinco minutos tuve la certidumbre de que conversaba con una mujer de aguda inteligencia. Su libro había anticipado esta apreciación, la tertulia que sostuvimos lo confirmó con creces. Su nombre es Irene Andrade (Guatemala, julio 1993) y a sus 25 años publicó su primer poemario: Las ganas de hablar.
¿Quién es Irene?
“¿Definirme en 3 palabras? Sigo en desarrollo”.
Las letras empezaron a gustarle cuando estaba en el colegio. De niña llevaba un diario, en el que guardaba registro de sus días. En secundaria se inició en esta vocación. Descubrió que poseía talento para redactar ensayos, sobre todo lo disfrutaba. Se asignó a todas las clases avanzadas de literatura, en las que desarrolló el gusto por el ensayo analítico literario. La semilla de Irene es ser escritora. Sin ella ser totalmente consciente de ello, se sembró en sus primeros años de formación.
“Escribir y leer me dan seguridad. De chiquita, mi papá me dijo que en la vida podían robarme todo, menos lo que estaba en mi cabeza. Así empezó mi afán lector. Entre más leyera, menos podrían robarme”.
Estudió psicología en el extranjero. Las asignaturas relacionadas con la emoción humana la acercaron aún más a las letras. Consciente de que el español dejaba de ser el idioma de sus pensamientos, decidió tomar cursos de literatura en español. Uno de ellos, Literatura rara, la marcó especialmente. Fascinada por el talento de autores como Cortázar, Borges, Silvina Ocampo, y otros, empezó a escribir sin detenerse. Entre otras cosas, inició sus experimentos con la poesía. Como todo poeta, se acercó y alejó y regresó hasta encontrar su voz.
“Literatura Rara es uno de los mejores cursos que he tomado en mi vida”.
Sobre “Las ganas de hablar”
Leí con atención cada poema. De entrada, el título me cautivó por ingenioso y por la verdad que encierra. La palabra escrita responde al anhelo humano de hablar. Encontré una voz llana, sobria, cargada de sentido común. El lenguaje del libro no deja de lado la elegancia, a pesar de su deliberada sencillez y frescura.
“El tiempo, aprendí, es más una construcción social que una métrica”.
Lo que atrapa al lector es la intención, la médula de cada poema. Más que la forma, es el fondo de su discurso el que envuelve. Son cortos, en muchos asoma el tono luminoso de su juventud, carecen de ornamentación sofisticada y, sin embargo, dicen tanto. Algunos llegan a la yugular. Otros abren la recámara que guardamos en el interior más recóndito y la desordenan. Algunos denuncian incongruencias cotidianas que solemos pasar por alto. Directo y prístino, Irene transmite su pensamiento con mesura de palabra y cadencia sin pretensiones.
“Confianza. Ese es el regalo más grande que he recibido al escribir y publicar el libro”.
Más allá del poema o reflexión, las páginas de Las ganas de hablar (Elephant Press) son un recorrido a través de sentencias contundentes. Hablan de una lúcida observación de la naturaleza humana, de su visión del mundo, de la condición femenina.
La universal necesidad de conexión aflora en muchas frases. Es casi un hilo conductor, sutil y silencioso. Su estilo no obedece a ningún rigor métrico, confía en su propia armonía, lo fundamental es lo que necesita decir.
“De niña experimenté emociones muy fuertes ante la pérdida de seres queridos en mi núcleo familiar. A raíz de ese dolor y de la confusión tan aguda empecé a estar consciente de mis emociones y de mi entorno. Me hizo más precavida. Temía sentir por miedo a sentir dolor otra vez. La precaución evolucionó en aceptación. Esa aceptación de la realidad, de las emociones, buenas o malas, es ya parte de mi percepción de la vida, y por inercia queda evidenciada en mis textos”.
Proceso
Sin pensar en escribir un libro, empieza a desempolvar textos viejos y a escribir nuevos como ejercicio terapéutico en momentos de dificultad. En su juventud ya es capaz de reconocer el poder salvador de la palabra, un hallazgo que no suele conquistarse temprano. La certeza de que la palabra es mucho más que una herramienta de comunicación, es quizás uno de los activos más valiosos que posee Irene en su andar de escritora.
Estructura
El libro está divido en cuatro secciones:
- Cotidiano
- Emociones
- En desarrollo
- Existencial
El formato es novedoso en nuestro medio. Los poemas están acompañados de ilustraciones diseñadas por Catherine Fairhurst. Hablan los textos y las ilustraciones a su manera también lo hacen.
“¿El país? Siento que somos Sísifo: hay muchos luchadores y la piedra vuelve a caer…”.
Nace una escritora
Joven, en constante formación -humana y literaria- , habla desde una mirada cotidiana. Irene es una escritora que busca exteriorizar Las ganas de hablar de la vida, de la trascendental experiencia que supone la infancia, del tiempo, de la tan necesaria igualdad, de amor y desamor, de la soledad, la pareja o el país.
“La igualdad es una necesidad latente en todo sentido. Vivimos en una constante exposición a la desigualdad de género, de oportunidades (…) me sorprende que todavía hay gente que no se da cuenta, o peor, que está de acuerdo”.
Escribe con franqueza desde su propia perspectiva, desde sus miedos vencidos o vencedores y desde su aceptación de cuán imperfecta puede ser la vida.
“Mis inspiraciones fundamentales son las mujeres, las personas auténticas, las nubes y la luna. Todas me ponen los pies firmes sobre la tierra”.
Revelaciones como Irene Andrade y “Las ganas de hablar” son esperanza y fiesta para el medio literario de Guatemala. Representa a una tribu valiente de la nueva generación que no teme publicar, que apuesta por la literatura para hacerse escuchar, que cree en el arte milenario de la poesía y, sobre todo, tiene la intención de seguir con ganas de hablar y de hacerlo a través de libros.