Muchos solemos hacer un balance del año viejo, analizamos aspectos cuantitativos y cualitativos. Los primeros solemos medirlos en función de cuestiones patrimoniales: ganó más, compré ese apartamento que tanto deseaba o por el contrario tuve que vender mi carro porque me quedé sin empleo.
Los aspectos cualitativos por fortuna pueden estar relativamente divorciados de los primeros: mantuve una relación sana y estable con mi pareja, coseché un triunfo académico, aprendí otro idioma, interpreto mejor determinado instrumento, los míos y yo gozamos de buena salud…
Imagine usted por un momento que la evaluación de su año dependiera estrictamente de la coyuntura nacional. Usted tendría que analizar elementos cuantitativos y cualitativos e intentar evaluar variables para cada uno de estos.
En los primeros las preguntas que deberíamos de hacernos: ¿Fuimos capaces de reducir la pobreza del país (en cuantos puntos porcentuales)? ¿Contamos con mejor infraestructura (cuántos kilómetros nuevos de asfalto)? Aspectos como esos. En cuanto a lo cualitativo se me ocurre indagar respecto a ¿Tenemos una política madura? ¿Educación de calidad en todas las escuelas públicas? ¿Un transporte cómodo, digno y eficiente?.
Por fortuna no estamos obligados a evaluar nuestro año en función del contexto nacional, pues de lo contrario 17 millones de guatemaltecos habríamos reprobado el 2018 y deberíamos repetirlo completamente hasta mejorar los indicadores fijados.
Pero des romanticémonos de nuestro entorno y del “yo” y pensemos como si fuésemos una unidad llamada Guatemala ¿Qué se viene para 2019? ¿Hay buenos augurios o más de lo mismo?
¿Qué nos espera en la coyuntura política?
En ese contexto me toca intentar ser objetivo y decir que en el plano político, aspecto que en buena medida controla las fuerzas partidarias representadas en el Congreso de la República, tendremos una escasa o casi nula producción de leyes y reformas a beneficio de los guatemaltecos.
¿Por qué lo creo? En principio 2019 es electoral y la historia reciente nos muestra que los años donde se realizan elecciones presidenciales la productividad en el Legislativo, per se no muy abundante, cae aún más.
En ese sentido vemos un país con ausencia de liderazgo político y sin rostros que realmente puedan darle a la ciudadanía confianza. Más bien politiqueros de tercera cuyas ideas no representan y ni convencen a las mayorías.
Desde luego por alguien tendremos que votar. No me atrevo, y supongo que no soy el único, a hablar de una posible segunda vuelta electoral, situación que no ha ocurrido en años electorales anteriores donde al menos se ha conocido a uno de los candidatos posibles a una segunda vuelta o bien donde hemos tenido alguna visión de quiénes podrían encabezar los tres o cuatro primeros lugares de las encuestas.
Veo a una UNE, quizás el partido con mejor organización a nivel nacional, con una respetable cuota de poder en el Congreso (más de 30 curules), pero con una candidatura presidencial que dudo que despeje.
Se habla de Thelma Aldana como una contendiente fuerte, no omitiré juicios respecto a ella, pero con un gigantesco anti voto que manejan fuerzas poderosas que no la dejarán posicionarse como ella y sus seguidores quisieran.
Lo cierto es que no veo un candidato que represente la “unidad nacional”, ni siquiera un falso “outsider” que nos venga a intentar engañar y brindar literalmente “falsas esperanzas”.
En 2019 también se elegirán los magistrados de la Corte Suprema de Justicia y Sala de Apelaciones, proceso que se augura será viciado por un Congreso saliente que en algunos casos tendrá mucho que ganar y poco que perder.
A mi juicio 2019 visto desde los ojos de país no trae buenos augurios, pero tendremos que esperar a que ojala me equivoque. Lo bueno es que nuestros objetivos personales y profesionales no necesariamente deberán amarrarse al tema coyuntural. Y ustedes ¿Cómo vislumbran el año nuevo? aquí contenido