Quiero poder usar una bicicleta, sin comprar una bicicleta imagen

Una opinión analítica acerca de por qué la economía colaborativa no funciona en Guatemala.

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

Estela era estudiante de enfermería de medio tiempo en la USAC, tomaba todos los días la misma camioneta para llegar a sus clases. En las mañanas, tomaba distinta a su trabajo, asistente de recepcionista en una gran firma de abogados. Una joven como cualquier otra, con muy poco tiempo y muchos deseos de hacer más. Se reprochaba todo el tiempo el verse “llenita”, pues no le daba tiempo de salir a correr. Se tenía que peinar en el bus y en las noches escogía la ropa que mejor le combinaba para salir al día siguiente. Recordaba que cuando era niña, su tío Ernesto le prestaba la bicicleta de sus primas, que tenían un poquito más de pisto. Ella amaba montar en bicicleta, pero no le alcanzaba ni para un monopatín. Su sueño era comprarse una, usarla todos los días camino al trabajo y luego a clases, para poder mantenerse activa mientras cumplía con sus quehaceres. Ella sabía lo importante que era esto.

Un día una prima lejana le contó que había viajado a Florida y que se había impresionado de ver como allá las cosas eran tan distintas, la gente caminaba en las calles diariamente, sin mirar todo el tiempo atrás del hombro, vendían comidas arcoíris y las personas podían cobrarse a sí mismas en algunas tiendas. Pero lo que más le impresionó a Estela fue cuando le dijo que había bicicletas tiradas por todas las calles, que las personas solo pasaban y con una aplicación del celular, tomaban una bicicleta, pagaban poco, la usaban lo que la necesitaran y la dejaban en la calle para que alguien más hiciera lo mismo. Para ella, está idea era revolucionara, ella también quería poder usar una bicicleta, sin tener que comprar una bicicleta, compartírsela al resto del mundo sin importancia y encontrar otra a la vuelta de la esquina. ¿Por qué en Guatemala esto no existía?

¿La Economía Colaborativa Funcionará en Guatemala?

Hace relativamente poco tiempo Guatemala fue introducida a la economía colaborativa que lleva unos años de ser popular alrededor del mundo. Es importante que, para hablar de ella, sepamos bien cuál es su significado. La economía colaborativa se fundamenta en los modelos de producción, consumo o financiamiento de oferta y demanda, basados en plataformas digitales, es decir, aplicaciones o páginas web. Esta se crea para aprovechar de manera eficiente y sostenible los bienes y recursos, ya existentes, permitiendo utilizarlos, compartirlos, intercambiarlos o contra-prestarlos a otros usuarios. Es una economía que intenta aprovechar al máximo los bienes que son utilizados parcialmente para darles uso en su totalidad y sacarles el mayor provecho monetario. Esto vino a revolucionar lo que conocíamos como economía de mercado, creando plataformas como Airbnb, Lime Bike, Blablacar, Uber y muchas otras. Algunas de estas llegaron a nuestro país con la esperanza de ser lo que han sido desde el inicio en las grandes potencias mundiales. Sin embargo, se encontraron con un mercado que no demandaba lo suficiente, por lo que los precios eran mucho más altos que en el resto del mundo. Las grandes empresas confundidas, hasta la fecha no entienden por qué los guatemaltecos y otros latinoamericanos no adaptan tan bien lo que pareciera ser el futuro del mejor aprovechamiento de recursos. Las plataformas son demandadas casi exclusivamente por la clase social alta, por lo que consecuentemente solo estas personas pueden pagarlas; y mientras más y más de estas plataformas asoman su mirada en países como el nuestro, no parecieran ver el verdadero problema detrás de la barrera cultura.



Imagen obtenida de Pixabay

Curiosamente, nacimos en un país en donde lo nuestro se cuida y lo del vecino no, si tiramos basura en la siguiente cuadra no es nuestro problema, pero quien se asome con su desperdicio es amonestado en la nuestra. No confiamos los unos en los otros, ¿Por qué pondría en alquiler mi casa si sé que no la van a cuidar? ¿Cómo llevaría a desconocidos en mi carro si me pueden asaltar? O del otro lado de la moneda ¿Para qué voy a cuidar esta bicicleta tirada en la calle si no es mía, nadie va a saber que fui yo quien la rompió y hay miles más en la siguiente esquina? Nos hemos vuelto una vez más, la barrera de nuestro progreso, dejándole estas grandes oportunidades económicas al selecto grupo de personas que puede darse el lujo de tener el riesgo, que necesita el carro de alguien más cuando se pasa de tragos y que va a alquilar la casa para poder darse una lujosa vacación. El problema es que este grupo es tan pequeño, que no cubre los gastos de las empresas que se fundaron para poder ser accesibles, para servirle a todos, por la necesidad de los demás. Rompemos incluso con la finalidad básica de esos emprendedores. Sin embargo, el cambio no está en ellos en los grandes idealistas, que crearán más empresas e intentarán que funcionen con nosotros. El cambio está en nuestra cultura, en la raíz de cada guatemalteco que cree que el otro le quiere hacer daño y que lo único que se cuida es lo propio, que uno puede agarrarse de alguien más para salir del hoyo. Cultura nombrada anteriormente cultura de cangrejos. Es esa partícula básica de nuestra educación y formación, la que se para hoy entre nosotros y muchos de los sueños que tenemos para nuestro país. ¿No es irónico? El mundo se orienta cada día más al lucro por medio de la colaboración y no del aprovechamiento ajeno.

Está en nuestras manos como guatemaltecos, como latinoamericanos, abrir la mente, dejar de meternos zancadilla y de conformarnos con ser llamados “tercermundistas”, pues nada realmente puede cambiar hasta que los que cambiemos seamos nosotros.

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