AIRBNB ¿Es siempre confiable? Por Guillermo Monsanto.
Reconozco que nunca tuve un buen vehículo, ni camisas extremadamente finas ¿zapatos? Pues, los dejé de usar por más de doce años hasta ahora que me volví a calzar ¿Trajes? Tengo un par esperando que se ensanchen o que yo llegue a la talla necesaria para poder usarlos de nuevo; total, lo vintage está de moda. En fin, en pocas palabras, lo mío es viajar y leer. Todo ese recurso relativo a la moda, que durante años he desdeñado, me ha servido para ver el mundo y aprender cosas. Por eso siempre me ha sorprendido que muchas personas que viajan a Europa desde el Nuevo Mundo sepan dónde están las discotecas de moda, pero jamás hayan visitado un museo, archivos históricos, galerías, anticuarios, teatros, salas de conciertos. En fin, como dicen mis amigos, tengo un poco el espíritu del pasado incrustado en el alma.
Viajar se ha simplificado desde la era de las computadoras. Los buscadores le han quitado un poco el trabajo a las agencias de viaje, los hoteles y ciertos circuitos turísticos. Hoy en día es mucho más accesible, y hasta seguro, trasladarse en UBER. Lástima que algunos, en Guatemala, le roban a la empresa para la que están trabajando haciendo viajes de bajo de agua. Los taxistas de casi todo el mundo van perdiendo lugar por la mala fama que se han creado ellos solos. París, por ejemplo, es el peor lugar para andar en taxi porque los choferes son unos atracadores descarados del turismo. Además, un poco trogloditas ya que no tienen ningún empacho en gritarse a vivo pulmón, de carro a carro, olvidándose que llevan pasaje y que éste queda mal impresionado con sus arrebatos hormonales.
AIRBNB suele ser un recurso confiable. Acabo de descubrir, con tristeza, que no siempre. El pasado domingo, a la hora más inconveniente, nos tocó a mis acompañantes y a mí, pasar una mala experiencia. Quedarnos en la calle, con maletas y todos nuestros bártulos, al filo de la media noche. Por medio de AIRBNB, se nos alquiló un piso maquillado y luego la entidad no supo resolvernos. Al menos no, a la altura de las circunstancias. Mientras las fotografías publicitarias mostraban un apartamento de lujo, al mejor estilo de los futuristas supersónicos, la realidad nos presentó todo lo contrario. Aquella era la mansión de los Munster´s. De modo que, a pesar de las evidencias, la empresa prefirió no creernos a nosotros, los clientes, y se decantó por el propietario del cuchitril ¿Cómo hace la entidad para evaluar, por medio de fotografías, el mal olor? Aunque sigo creyendo que éste fue un incidente aislado, a estos señores sin rostro les conviene recordar que, de hecho en hecho, pueden perder credibilidad. De haber habido un libro de quejas a la mano, lo hubiera utilizado. Sigo pensando, viajar es vivir.