Hace pocas semanas experimenté el dolor en carne propia, alguien querido decidió dar fin a su vida. Tenía tiempo de no verla, pero hubo una época en la que fue muy cercana a mi familia, de hecho perteneció a ella. Hace años, otro familiar se suicidó, tan joven que no llegaba a los 20 años.
Cuando Robin Williams se quitó la vida en el 2014, en una conversación x, una persona se refirió al actor como un cobarde, como un imbécil. “Con ese talento y esa fortuna” dijo.
Me chocaron sus palabras, ¿qué sabe este individuo de los demonios que lo acechaban? ¿Qué tristezas guardan, como plomo pesado que dobla en dos, estas personas? las mieles del éxito no los libran. ¿Y las otras? ¿Cómo procesar la decisión de mis dos familiares que terminaron su vida a mano propia?
El suicidio es consecuencia de una enfermedad, un síntoma fatal de la depresión. Aunque lo rebatan, la depresión no es una actitud, es una enfermedad.
Quienes hemos transitado por sus calles obscuras la conocemos bien, parece serpiente, negra y bajo su embrujo nada huele bien. No somos nosotros mismos cuando estamos sumidos en sus síntomas. Requiere de mucho coraje aceptar que estamos enfermos y hacer algo al respecto. Casi siempre es nadar contra la corriente. Causamos incomodidad en nuestro entorno.
Tragedia que se pudo evitar
Trabajaba este tema cuando me enteré del suicidio de Jesús Oliva en la cárcel Mariscal Zavala. Desde mayo del 2015 guardaba prisión preventiva por el caso Pisa vinculado al IGSS. El doctor Oliva pertenecía a la junta directiva cuando el asunto estalló.
Días antes, su abogado pidió medida sustitutiva porque Oliva mostraba fuertes síntomas de depresión y ansiedad. Además, a consecuencia de la diabetes, desarrollaba una neuropatía. Presentó documentos médico-legales que mostraban su estado de salud mental y físico. Lo llevaron al Federico Mora y fue atendido a medias.
El 11 de junio se quitó la vida.
Cualquier persona que sepa algo de medicina, los expertos del sistema judicial entre ellos, saben que la neuropatía está asociada a casos severos de depresión. En las condiciones sin esperanza de Oliva es fácil imaginar su abismo. Falta de importancia, negligencia y –más doloroso que nada- ausencia de caridad humana. Eso es lo que prevalece en el sistema.
¿Malagradecidos?
La depresión fue identificada hace un par de siglos, le llamaban melancolía. De acuerdo a la medicina moderna, es una condición clínicamente diagnosticada y tratable, una enfermedad. Aun así, parece una etiqueta negativa para quienes la padecen. Que si son malagradecidos, que es falta de fortaleza, que es manipulación para llamar la atención… se oye cada barbaridad.
¿Te has sentido alguna vez en el hoyo negro? ¿No lográs salir? ¿nada es como debiera ser? ¿Estás agotado en cuerpo y emociones al punto de querer tirar la toalla? Es muy probable que estés deprimid@.
El cerebro
La depresión es un trastorno del cerebro. Existen muchos factores que pueden causarla: genéticos, biológicos, ambientales y psicológicos. Puede dar a cualquier edad, pero suele empezar en la juventud o en adultos jóvenes.
Los neurotransmisores -serotonina, dopamina y noradrenalina- dejan de ser producidos por el cerebro. Regulan los circuitos neuronales que conectan la parte frontal del cerebro y la amígdala, situada en el cerebro primitivo o sistema límbico. Su ausencia desbalancea el sistema emocional y produce depresión.
Enfermedad severa, es mucho más que sentir tristeza por algunos días.
Síntomas:
Tristeza, vacío, pérdida de interés, aumento o pérdida del apetito, trastornos del sueño, cansancio agudo, ansiedad, irritabilidad, culpa, desesperanza, ideas suicidas.
De esto no se habla
Mientras siga siendo motivo de vergüenza, mientras se le considere un tabú y las personas deprimidas seamos señaladas como defectuosas, poco valiosas o fracasadas, el verdadero fracaso seguirá en el centro de la sociedad que condena con certezas equivocadas. Empecemos por hablar claro.
¿Quién se atreve a buscar ayuda?
Si no cambia el colectivo social, si no aprende de una vez por todas que si estamos deprimidos estamos enfermos, seguirá fallando. Es primitivamente cruel y seguirá así si no evoluciona.
Muchas personas hemos acudido en búsqueda de atención profesional a sabiendas de que seres cercanos lo consideren un error o lo descalifiquen. O les de vergüenza. No es suficiente que las personas deprimidas hagan lo suyo para salir adelante.
El panorama de la salud mental verá luces cuando sea aceptada la patología clínica de la depresión, cuando alguien que esté hundido sepa que si acude a los suyos será acompañado y acogido con brazos abiertos, amor y voluntad; cuando el colectivo no hable a espaldas del enfermo, cuando los familiares no sean vistos como víctimas de alguien egoísta. Cuando la verdadera víctima, el paciente deprimido, no sea abandonado.
Tratamiento
La depresión no se cura con un cambio de actitud o tomando la decisión de ser feliz.
Se trata con fármacos y terapia. Es un proceso. El primer paso hacia la recuperación es la aceptación. Los medicamentos actúan a nivel de los neurotransmisores, los regulan. La respuesta suele presentarse a las semanas de iniciado el tratamiento, a veces tarda más. La conversación con el terapeuta es vital. Sentir que no es fracaso, eliminar el factor culpa, explorar las causas psicológicas (a veces sutiles) que desatan el desbalance, y el acompañamiento familiar son clave para que el tratamiento sea eficaz.
Honremos a quienes se han ido
Lejos de condenarlos, quienes han terminado con su vida por estar deprimidos, merecen que los honremos. Hagamos conciencia de que eran personas sumidas en los pozos profundos de la enfermedad. Estaban desesperados, solos, desesperanzados. Lo que hicieron no fue para hacer sufrir a nadie, fue para dejar de sufrir.
Si finalmente, como comunidad reconocemos lo anterior y luchamos para que ya no suceda, sus muertes no habrán sido en vano.