APUNTES DE VIAJE. Por Guillermo Monsanto
Viajar es un privilegio. Hay destinos para los creativos, todos los gustos y, por supuesto, sus bolsillos. Si no hay mucha plata, en un país como Guatemala, se cuenta con ríos, sitios arqueológicos, playas, volcanes, parques, museos, pintorescos pueblos, lagos e infinidad de manifestaciones populares interesantes. Alternativas hay. Se puede realizar, con imaginación y voluntad, un itinerario atractivo. Si el recurso económico da un poco más de sí, está Centro América. El istmo es diverso y apasionante. Cada uno de sus países cuenta con infraestructuras diferentes que bien pueden llenar las necesidades de cualquier alma aventurera.
Hacia el norte hay varios países que requieren de una visa para poder ser visitados. A mi parecer, el sistema se fundamenta en criterios discriminatorios y, por ello, prefiero apuntar hacia otros lares menos tufosos. Que conste, la oferta cultural norteamericana y mexicana es variada y, en mi caso personal, llena muchas de mis expectativas de crecimiento artístico. Debido a esto me he visto en la vergonzosa tarea de demostrar que tengo un trabajo estable y que no llevo intenciones de quedarme de mojado. Muchas veces para llegar a la rosa hay que pasar por sus espinas.
Una extensa, apasionante y prolongada investigación me ha llevado a Francia dos veces y a España tres, en un lapso relativamente corto. Luego de haber visitado todos los lugares turísticos que suelo explorar -museos y teatros especialmente-, archivos y bibliotecas -obligatoriamente- y, algún que otro bar -al que, a la mañana siguiente con la resaca bien colocada, he jurado no regresar-, he tenido la oportunidad de observar más allá del entorno protegido. Con sorpresa tomé conciencia de la existencia de dos tipos dominantes de parisinos. El odioso, creído, colérico e intolerante, presente en proporciones alarmantes y el esmerado, amable, solícito y agradable, en cantidades suficientes para sumar magia a esa ciudad emblemática. También me encontré con una desemejante población inmigrante que, dependiendo de su capacidad emprendedora, se empodera de distintos escenarios. Algunos de ellos, lamentablemente, aprovechando negativamente las prerrogativas que el sistema les ofrece.
Y no se trata de satanizar a los expatriados. Muchos de los procedentes de África huyen para salvar la vida. Los venezolanos, que parecieran estar refrescando con encanto el panorama genético europeo, están buscando un horizonte que les permita crecer integralmente. Peruanos, mexicanos, bolivianos y otros latinoamericanos, se suman a una riada de pueblos desfavorecidos y sin oportunidades que ven en las grandes metrópolis europeas una oportunidad de expansión. Algo si es claro. Muchos de ellos están muy tristes. No encontrar oportunidades en su propia tierra les ha enfrentado a otras realidades. El de ser indeseados solapadamente. Sin embargo, y regresando al principio de este relato, también hay alternativas para ellos en parques, riveras y lo monumental. La cosa es cómo despertar la imaginación y se asimilen a todo lo bueno que hay para ellos.