El volcán de Fuego, ubicado entre los departamentos de Sacatepéquez, Escuintla y Chimaltenango, hizo su más devastadora erupción en cuatro décadas y con ello dejó un legado de muerte y dolor para la de por sí sufrida Guatemala.
Tras la tragedia, que ha dejado a decenas de fallecidos y a más de 1.7 millones de personas afectadas, los medios de comunicación se pusieron en alerta máxima y se desplazaron a sus equipos a las inmediaciones del desastre para darle cobertura a otra página negra en la historia de Guatemala. Hay al menos dos grandes reflexiones que me gustaría poner en la palestra respecto a estas coberturas. La primera es: información inmediata o sensacionalismo.
Inmediatez o sensacionalismo
¿Cómo no cruzar esa delgada línea entre ofrecer información que sea de utilidad a la audiencia sin caer en el sensacionalismo y en la re victimización de los afectados? Yo apelaría al sentido común, pero en palabras de Horace Greeley: “el sentido común es el menos común de los sentidos”.
En ese contexto muchos de los colegas que reportan a diferentes medios de comunicación atravesaron esa frontera. Los canales de televisión, los del monopolio, repitieron imágenes de una familia muerta, llena de ceniza volcánica en repetidas ocasiones. Sintonice alrededor de 30 minutos esa transmisión y pude verlo en tres ocasiones. ¿Qué suma a la labor informativa reproducir una y otra vez imágenes dolorosas?
Un periódico de circulación nacional, quizás el que más ejemplares distribuye en la república, publicó en su portada una foto desgarradora de una familia muerta semi enterrada en la ceniza volcánica. ¿Qué aporta esta imagen a la minimización de la tragedia?
¿No deberíamos centrar nuestros esfuerzos informativos en contribuir a apoyar a las víctimas? La cobertura necesita enfocarse a la ayuda humanitaria y responder interrogantes como ¿A dónde podemos llevar víveres? ¿Qué necesitan las víctimas? ¿Cómo se puede ayudar?
Valentía o imprudencia
La segunda reflexión que merece la pena discutir es la prudencia o imprudencia con la que algunos colegas comunican la crisis. Por una radio escuché que un reportero no hizo caso a las advertencias dadas por los socorristas y que sufrió quemaduras en los pies de segundo grado.
La línea entre la valentía, el hambre de la noticia y la imprudencia también es bastante tenue y es necesario que reporteros, editores y directores se planteen la forma correcta en la que se deben realizar esas coberturas para informar a sus audiencias.
En 2010 el periodista Aníbal Archila murió mientras cubría una erupción en el volcán Pacaya. Días antes habíamos coincidido en una cobertura noticiosa así que fue de gran impacto conocer acerca de su deceso. ¿Se pudo evitar esta muerte? Desde luego que sí.
Los periodistas y reporteros deben conocer sus límites y saber hasta dónde pueden moverse. Es pertinente que sepan que en un momento crítico pueden incluso complicar las labores de rescate. Así que en palabras simples: más ayuda el que no estorba. Ante la actual coyuntura vale la pena que reflexionemos la forma en la que trasladamos la información y preguntar si realmente contribuimos a la minimización de los desastres o a la ayuda de los perjudicados. ¿Usted qué piensa?