LAS REDES DE LA IGNORANCIA. Por Guillermo Monsanto
Las abuelas solían decir “dime con quien andas y te diré quién eres.” En la natural evolución de la cultura, el dicho podría haber evolucionado a “dime qué subes a tus redes sociales y te diré quién eres.” Patricio, hombre en la recta hacia los sesenta
años, recibió el universo de las redes sociales con el frenético espíritu de un joven del nuevo milenio. Encontró, principalmente en el Facebook, pero también en Twitter, Instagram o WhatsApp, plataformas para múltiples fines.
El primer gran hallazgo fue localizar a muchos de sus amigos de la infancia y juventud. También, alguno que otro amor temporal del pasado. Amén de un contacto más fluido con otras personalidades que, como él, pertenecen al mundo cultural artístico. De
a poco se fue uniendo al COCODE de su zona, los arquitectos, los historiadores, los clubes fotográficos, los pintores, los actores, los músicos, los amigos del lago, los museos, etc. También le tocó rechazar, no sin sorpresa y halago al ego, solicitudes
para experiencias sexuales del tercer tipo; “ah malaya, hubiera sido hace 30 años,” Pensó en su momento. Y así, sumando amistades de todas las edades, ideologías, colectivos e individualidades, llegó a los cinco mil seguidores. El mundo del “like” tomó
un lugar importante en su vida.
El segundo hallazgo, mucho más importante que el primero, fue descubrir que las redes sociales no eran el mejor escenario para opinar. La polarización del pensamiento guatemalteco hizo que, sus pensamientos personales, se tornaran en las explosiones de
algunos energúmenos irracionales incapaces de dialogar. No importando el sustento de sus argumentos, siempre brincaba la liebre por donde menos se lo imaginaba. Si hablaba de compartir era comunista. Si resaltaba alguna virtud femenina, acosador. Misógino,
gay, machista, elitista, insoportable por ser positivo o negativo por denunciar abusos. En fin, si era fútbol, tan malo como decir que era católico porque o era un perdedor empedernido o un idólatra alucinado. Tal fue por el estrés que, de a poco, se
convenció que no todo el mundo tenía la capacidad de manejarse en estas plataformas. Y así, realizó una primera purga. Si algo le disgustaba porque no tenía nada que ver con su forma de pensar ¿para qué ponerle atención? Por supuesto, esto lo colocaba
en la canasta de la intolerancia.
Con sus amigos fue un poco más condescendiente. Total “hay que querer a la gente como es no como no es.” Sin embargo, empezó a notar que los más críticos con la “ciudad del futuro,” un tema en el que Patricio piensa a menudo, eran los primeros en rebasar
por la derecha para hacer dobles filas para pasar antes que los demás. Que esos mismos críticos, eran los que no les daban servicio a sus vehículos o no echaban gasolina, quedándose varados en las vías en horas pico. Eran los que se estacionaban en
los lugares prohibidos. Ello sin contar los que, considerándose “fresh,” encontraban la forma de degradar hasta lo más positivo. Algunos entraron a las listas del olvido.
Quizás la gota que derramó su vaso fue el reciente referéndum. Gente que a él le parecía inteligente vive de la burla, el escarnio, el odio visceral y asumen cosas sin mayor fundamento. Se nutren del chisme, son pobres conceptual y formalmente hablando…
Así llegó a una nueva certeza: “había que hacer una purga más profunda.” Y así, dejando de lado los beneficios que las redes podían otorgarle respecto a la visibilidad, comenzó una selección más ceñuda. Todos tienen derecho a ser organismos salidos
de las cavernas de Sumatra; pero él tiene derecho, y opción, de rodearse de gente inteligente y pensante ¿les puedo comentar algo personal? Cómo admiro a Patricio.