EL ATTICO, 30 AÑOS DESPUÉS. Por Guillermo Monsanto
La vida es un suspiro. El reloj de una existencia se mide por segundos, minutos, horas, días, semanas y años. Una imperceptible sucesión
de momentos, encuentros y eventos de todo tipo, que le dan carácter a la historia individual y de paso, relevancia a sus logros. Y no me
refiero al éxito financiero, que nunca está demás y siempre será bienvenido. Éste último, sin embargo, es irrelevante confrontado a la
felicidad y la realización de los sueños posibles. Uno de los míos ajusta, el día de mañana, 10.957 días de existencia: hablo de la
Galería de Arte El Attico.
Tres décadas parece mucho. Puede ser. Pero, por más que trato de recordar cómo, o en qué momento se gastó ese tiempo, no logro hacer una
reconstrucción fehaciente del hilo conductor que nos llevó a este abril de 2018. Hay en la memoria muchos individuos adosados a almas
maravillosas y, la gran mayoría, asociados a momentos fundamentales en mi evolución personal. Es como si hubiéramos fundado con mi socio,
Luis Escobar, una singular fraternidad integrada por artistas y púbico visitante. Y es que, en este lapso, hemos compartido con infinidad
de gente particularidades que han fortalecido la relación institucional transmutándola en otra cosa más cálida y humana.
Entonces, colijo, hemos crecido junto con el proceso evolutivo de la institución. Y sí, aunque seamos treinta años más viejos, no es esta
temporalidad la importante (aunque, como es natural, ya hay presentes algunos achaques). Es la maduración, a través de un ejercicio que
hemos practicado desde el principio. El de amar el arte. Acción que nos integra a un universo particular y trascendente como
protagonistas. Es trabajar y divertirse al mismo tiempo. Un privilegio que fue base del proyecto inicial en aquel ya lejano año de 1988.
Nosotros queríamos prosperar haciendo algo que de verdad amaramos y esto significaba arriesgarnos y soltar algunas cosas. Y eso hicimos.
Soltamos el futuro designado familiarmente y seguir nuestra intuición.
Una jornada culmina este viernes 13. A partir de lo aprendido, nuevos retos y metas vienen acompañadas de la continua evolución tanto de
la galería como de nuestras personas. Algo hemos aprendido en estos últimos treinta años; el arte, por ejemplo, no muerde y el verdadero,
no muere. Es una manifestación que trasciende más allá del entendimiento e involucra emociones. Este año, además, cumplo 36 años desde
que me subí por primera vez al escenario. Veamos, pues, que nos depara el futuro.