El domingo de Resurrección Guatemala despertó con un tirano menos. Efraín Ríos Montt murió de un infarto a los 91 años. Cerró sus ojos por causas naturales, rodeado de su familia y sin haber cumplido una sentencia por todos los delitos de lesa humanidad cometidos durante su carrera militar, especialmente en su efímera administración como presidente golpista.
Murió con muchos privilegios y consideraciones que jamás tuvieron sus víctimas. Enfrentó un proceso penal que perdió y posteriormente fue anulado. Lo cierto es que tuvo el derecho legítimo de la defensa, el que él le negó a cientos de inocentes con sus tribunales de fuero especial y con sus políticas de tierra arrasada.
Murió Ríos (de sangre) Montt y aunque hacía mucho que no gozaba de sus facultades mentales y que no estaba involucrado en la administración pública, su pasado, sangriento y macabro le dieron al país un triste y vergonzoso legado. ¿Cuántas masacres se le atribuyen? ¿Cuántas vidas se perdieron bajo su mando? ¿Cuántos niños y mujeres embarazadas fueron cobardemente asesinados en aquel triste 1982? ¿De cuánta sangre es responsable este tirano?
Polarización
Pese a su muerte el general aun es capaz de dividir a los guatemaltecos. Con estupor profundo leí algunos comentarios que intentaron defender al golpista. Algunos aseguraban que “el general nos había salvado del comunismo” ¿A qué comunismo harán referencia? Un par de personas indicaron que gracias a él “no éramos otra Venezuela”. ¿Y ellos que saben de cómo es Venezuela y de su historia? En todo caso es bastante contradictorio su argumento, defienden a un militar para atacar a otro. ¿Qué sentido tiene?
Al parecer no hemos aprendido nada. Ni la historia, contada por sus protagonistas durante el juicio por genocidio, ni de los libros, ni de los antropólogos ni historiadores. No entendimos nada. Seguimos con la idea absurda de que Guatemala era amenazada por un régimen comunista y que solo un hombre de ultra derecha, que pusiera orden con sangre y armas podía salvarnos.
Me resulta increíble. Muchos hablan de la guerra y de los bandos y de los excesos en ambos lados. Pero nadie dice que el general Ríos (de sangre) Montt utilizó el poder del Estado (no de terceros, ni de civiles, ni siquiera de donaciones) para masacrar a miles de inocentes.
Se habla de guerra, cuyo significado textual es la lucha entre dos bandos, pero al estudiar las aldeas masacradas, los niños y mujeres embarazadas (desarmados) asesinados, no podemos hablar de una lucha.
El contexto de la “guerra” no justifica haber matado miles de civiles desarmados, por ningún motivo, ni siquiera por simpatizar con la guerrilla. Fueron actos cobardes, asesinatos colectivos con saña alevosía y ventaja.
Lo cierto es que Ríos (de sangre) Montt, el caudillo, el militar que tanto daño le hizo al país, tiene, aún después de muerto el poder de dividirnos y enfrentarnos, cuando todos deberíamos de coincidir en que su legado, de sangre y horror, fue atroz para el país.