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Espectáculos Públicos “no autoriza” una charla de Guillermo Monsanto. Ésta es su respuesta.

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RIDÍCULOS. Por Guillermo Monsanto.




El pasado 23 de febrero recibí en mi lugar de trabajo, previa misteriosa llamada, una nota de “no autorización” del departamento de Espectáculos Públicos. En pocas palabras, no daban permiso de compartir mis conocimientos de arte con los amigos que me hacen la deferencia de acompañarme cada cierto tiempo. He de agradecerles, eso sí. La prohibición surgió desde la fumada intuición de que aquel era “un evento nacional” y, como nunca se han acercado para ver de qué se trata este universo, se imaginaron que a las charlas llegan más o menos la misma cantidad de público que a un estadio de futbol, ¡a que sí! ¿A que esperaban una horda descontrolada de personas adultas y educadas, sensibles a las artes, corriendo en estampida mortal por las salas de mi oficina? Por favor.




Aunque ustedes no me respeten, tengo una sólida trayectoria artística, soy un reputado docente y jamás en mi carrera como actor, director o pintor he visto que alguien que trabaje en espectáculos públicos se interese en mi trabajo o en el de mis compañeros. Claro, a menos que el Ministerio de Cultura y Deportes se quiera llenar la boca en festivales en los que tenemos que trabajar de gratis para que ustedes luzcan su mejor cara con el talento ajeno. Ustedes son como una mochila de piedras sobre nuestras espaldas. No solucionan, solo enredan y por lo visto cuando quieren poner un dedo sobre alguien lo hacen con el mayor descaro del mundo.

Repito, la galería que me cedió su espacio no es un estadio. No señores, tampoco es un circo y yo no me disfrazo para platicar sobre arte. Estas charlas son íntimas, con suerte diez personas, todas mayores de 50 años ¿Necesitan hacer tanta alharaca para una decena de almas? Si ustedes trabajaran en fomentar la cultura de las artes, promovieran la educación, se acercaran a nosotros, se centraran en fomentar y no en obstaculizar, probablemente llegarían a dichas charlas unas seiscientas personas. Pero no. En cambio, prefieren hacer el ridículo y exponerse a las críticas que a diario reciben. O quizás, es muy probable, no se han dado cuenta.




¿Qué están haciendo cumplir la ley? Muchas gracias. Muy finos de su parte y felicitaciones por ser cómplices en la desaceleración de las artes chapinas. Que por cierto no son las que ustedes celebran como tales. Me imagino que, con la logística que están manejando, ya se dieron cuenta de la caída de propuestas teatrales que propiciaron y ahora, que ya no pueden molestar a los teatreros porque no hay proyectos, les toca la educación y las artes visuales.

Qué, ¿nunca se les ha ocurrido velar por los artistas y su producto? ¿Cuándo van a defender a los que se rajan el lomo produciendo y creando en este desierto que ustedes han minado con sus cortapisas? Si estuvieran haciendo el trabajo que en su momento realizó la Dirección de Cultura y Bellas Artes otro gallo cantaría. Aquella era manejada por gentes sensibles de verdad. Pero no. Están obcecados y siempre creen que tienen la razón. Yo, por mi parte, pónganse felices, paso. No estoy haciendo teatro desde hace más de un año y puede ser que ya me retiré. No me interesa jugarles el juego porque total ya hice lo que tenía que hacer. Y respecto a mis conferencias, siempre se pueden desarrollar entre amigos, “paren de sufrir.” Ya hice lo que tenía que hacer y ya tengo mi lugar asegurado en la historia de Guatemala.

Ustedes, mientras tanto, sigan jugando el papel de los sicarios del arte. Extorsionen con su poder a los artistas. Algunos lo aguantarán y serán la alfombra sobre la que ustedes realicen su procesión de la sagrada infamia. Me pongo de pie y les aplaudo. Veo que son buenos para ver la paja en el ojo ajeno pero incapaces de ver la viga en el ojo propio. Les voy a contar una historia que le atañe a un sistema estatal disfuncional:




Migración. Medio día. La cola para hacer el trámite de renovación de pasaporte supera el centenar de personas. Al menos quince tramitadores ofrecen sus servicios. Mismos que, según las noticias, son prohibidos. Misteriosamente algunas personas ingresan sin hacer la cola. Curioso, lo mismo sucede en donde expenden las licencias. El corredor en el que los usuarios esperan un tiempo aproximado de hora y media, si no hay mucha gente, es inclemente. Si es temprano hace frío. A media mañana el calor es insoportable. En la tarde hay una mezcla de frío y calor dependiendo de la temporada del año en la que se haga el trámite. No hay baño, sillas, un médico disponible para emergencias, agua y mucho menos, algún tipo de atención que haga placentera la espera. Tampoco presencia de CONRED, ni de otras entidades que socorran al desvalido usuario. Eso sí, quéjese y verá cómo le va. Cuatro horas para hacer un trámite cuya incapacidad de ejecución es evidente a todas luces. 




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