Ejercer periodismo es para locos. Esos que estamos locos solemos ir al trabajo físicamente (porque prácticamente siempre estamos trabajando) esperando que pase lo que sea. Desde allanamientos a las seis de la mañana, pactos de corruptos, ex candidatos escapando de la justicia, suicidas que quieren lanzarse de la Torre Del Reformador, conferencias de prensa sobre economía, lanzamientos de proyectos novedosos, entrevistas para investigaciones, nombramientos de ministros ¡de todo!
En Guatemala, el país de la eterna noticia, todo sucede y nosotros los periodistas todo queremos contárselos de la mejor manera posible. Pero pocas personas entienden esto. Digo, es difícil pero lógico a la vez que quienes no hacen cierto oficio lo entiendan. El ingeniero no comprende al psicólogo que al mismo tiempo tampoco comprende el trabajo del arquitecto a totalidad. Pero así funcionamos. Por eso es interesante cuando te encuentras con una persona que, sorprendentemente, entiende tu oficio, lo respeta y te anima a seguir adelante.
Eso me sucedió con Heloína, la señora de nombre extraño y sonrisa amable que entrevisté para una investigación. Luego de entrevistarla, la señora me agradeció por el trabajo que “los periodistas hacen por su país”. Conversamos un rato y me describió, perfectamente, lo que era ser un periodista y a lo que estábamos expuestos a diario. Le pregunte si había ejercido, pero me dijo que no. “Yo solo leo noticias y los veo, así como usted, haciendo su trabajo”. No habremos platicado más de cinco minutos, pero sus palabras fueron como un motor extra para continuar con mi labor.
Todas las profesiones son heroicas. Todo trabajo es digno. Toda persona laborando con sudor en la frente, una sonrisa en el rostro y una meta trascendental merece nuestro respeto y, como lo ha hecho Heloina, merece también nuestras palabras de ánimo para continuar con aquella ardua labor.