Contar una historia es transmitir cada detalle de un hecho o una situación en particular. Es lograr que el oyente o lector sienta que es real lo que se le cuenta, que lo viva y que lo sienta.
Cuando esto se logra, la empatía entre quien cuenta una historia y quien la asimila, es inmediata, como las reacciones que puedan surgir en esta dinámica.
Sentimientos como enojo, decepción, frustración, tristeza, alegría, emoción, felicidad y motivación, por mencionar algunos, afloran en quienes estamos expuestos a conocer historias.
Nuestra vida está invadida de ellas. Algunas se olvidan por el paso del tiempo, otras están almacenadas en un espacio de nuestra mente y con el estímulo oportuno las recordamos de inmediato.
Muchas historias pasan desapercibidas por la cotidianidad. La rutina provoca que no le prestemos atención a situaciones que pueden ser grandes historias, si las sabemos transmitir. Al final del día, todos tenemos una que relatar.
Contar historias es una de las razones por las que existe relato.gt y gracias a la oportunidad que me da Sylvia Gereda y Vladimir Orellana de hacerlo, he podido contarles historias humanas, de emprendimiento, de superación, de tradiciones, creencias y fe, entre otras, presentadas en foto reportajes o escritas.
La historia ganadora de un premio
Para la Semana Santa de 2016 me impactó un video que vi en redes sociales. Doce devotos cargadores (como los apóstoles), con el pantalón doblado a la rodilla y calzado en mano, cruzan la procesión de un nazareno sobre sus hombros, por un rio de aguas negras, ante la falta de un puente para hacerlo.
Recuerdo que el día que lo observé por primera vez sentí una profunda necesidad de estar en ese lugar y ser testigo de ese acto de fe y no me pude contener de hacerlo.
Tradiciones mayas y fe católica, así es la Semana Santa en Santa Cruz Chinautla, es una de las primeras historias que he contado en Relato y con la que logré un reconocimiento a mi trabajo de periodista.
El jueves Santo de este año (13 de abril), desde muy temprano preparé mi equipo, revisé la cámara, limpié los lentes y puse en una bolsa de nylon un par de botas de hule para cubrir cualquier emergencia, salí con ellas en la mano y la mochila en hombros.
Llegué a la población preguntando a las pocas personas que encontré por caminos de tierra -¿de dónde sale la procesión que se cruza el río?
Conforme avanzaba empecé a encontrar a quienes adornaban el frente de sus casas con ornamentos sencillos, otros elaboraban modestas alfombras. Por referencias certeras encontré la ruta que me llevó a mi destino.
En Santa Cruz Chinautla conviven indígenas descendientes de los Pocomames y ladinos sin que exista choque cultural entre sus creencias y costumbres. Que ambos conmemoren la Semana Santa por igual es prueba de ello.
La cofradía con la que compartí buena parte de aquella tarde, ve pasar con respeto, frente a su sede, la procesión de los católicos. Respeto que es mutuo hacia ellos por parte de los fieles y creyentes cristianos.
Evocar la Semana Santa cada año es algo universal, en esta población que carece de infraestructura y donde no existen fuentes de empleo, es especial.
Con el sol ocultándose en una montaña y con las aguas negras del río hasta la mitad de mi cuerpo (las botas no me sirvieron de nada), tuve la procesión de frente y logré captar el momento que había imaginado, sin pensar que de las fotografías que tomé saldría la que fue reconocida en la premiación del IV Premio Nacional de Periodismo, realizada por el Instituto de Previsión del Social del Periodista (IPSP).
Después de tomar las fotos, regresé a mi casa con un olor, que me acompañó durante tres días.
El trabajo de campo de los periodistas es atípico y quienes lo hemos ejercido cubriendo fuentes, haciendo reportajes especiales o investigaciones, sabemos que además de la satisfacción que dejan, siempre hay una recompensa. La labor de los fotógrafos es igual.
Tengo la fortuna de conocer a “los pesos pesados” de la fotografía en el país, colegas de quienes admiro su trabajo y saludo con cordialidad cuando los encuentro. ¡Qué dicha! compartir con ellos, cuando se puede, agradables tertulias para recordar tantas historias de coberturas, que el tiempo pasa volando.
Haber obtenido el tercer lugar, en la categoría mejor fotografía del año, con una de mis mejores “fotos”, no solo es un reconocimiento a mi trabajo. Lo es para la historia que conté y también lo es para Relato, por ser el espacio que permite contar historias.
Como lo expresé en su momento, “es un honor ser premiado en la categoría donde se mostró el trabajo de los mejores fotógrafos de medios escritos, digitales y de agencias internacionales de noticias. Que bendición de Dios obtener este reconocimiento con Relato”.