Ahhh… qué excelentes aquellas épocas de universidad, recuerdos que quisiera detener en la retina y en la mente. Para perdurar el honor que tuvimos, a finales de los ’80 e inicio de los ’90, de estudiar con Arjona invité a dos amigos de la época: Stuardo Samayoa y Rina Figueroa a escribir conmigo historias y anécdotas de aquellos fregones años de “U” y que giran en torno a Ricardo, esperamos poder entregárselas ahora que estará presentando Circo Soledad en el país.
Muchos catedráticos se enojaban por lo irreverente de aquel, era molestón y despreocupado con las clases, pero nosotros que lo conocimos de cerca podemos asegurar que tenía una meta desde entonces y era ser cantante, sin titubear fue detrás de su sueño y lo consiguió. Es admirable, ante todo, porque era muy disciplinado y cumplido con sus compromisos musicales, su familia y con sus amigos. Para él un COMPROMISO era un COMPROMISO y había que respetarlo.
Tiene detractores, pero muchos más millones de seguidores; podrán existir opiniones de su música favorables o no, aunque NINGUNO puede quitarle que es el cantautor guatemalteco más exitoso de la historia del país. Sus inicios fueron duros, nos consta, aunque sobresalió la perseverancia y se sobrepuso a las oleadas contrarias. Eso no es todo, mantener el éxito a través de los años no es por casualidad, es porque hay talento y disciplina; sigue llenando estadios, sigue poniendo éxitos, sigue haciendo shows impecables, sigue y sigue.
Me da risa y me enoja la historia que algunos guatemaltecos cuentan: “Verbo no Sustantivo no es de él” y lo aseguran con vehemencia. Yo, cuando he tenido la oportunidad les digo “tienen pruebas, hablen y aseguren” obvio no las hay. Lo cierto es que ese inmenso repertorio de creación de canciones que Ricardo tiene ha salido de su interior y de ese talento con el que nació. Tuvimos con Rina la oportunidad de que nos explicara cómo hacía una canción y…solo les puedo decir es impresionante, lo trae en su ser.
Como guatemalteca me siento orgullosa de tener un exponente como Ricardo, ese chavo chingón que conocí en la “U”, que se enfrentó a un mundo más difícil que el de ahora. En nuestra época la regla era escuchar “como es de Guatemala no sirve” (en todos los ámbitos y profesiones) muchos crecían creyéndolo. Además, la famosa olla de cangrejos es muy cierta, los chapines no nos apoyamos, cuando hay oportunidad demeritamos el trabajo del otro o hablamos mal. Ahora se están cambiando esos tabúes y mucho gracias a personas como Arjona.
Les dejo una historia de 50 que estamos escribiendo con Stuardo, el mejor amigo que tuvo Ricardo en Guatemala y Rina, mi amiga de siempre, los tres estudiamos en la Usac y fuimos compañeros del Flaco en Comunicación.
Todos en la Usac
Como recuerdo aquella noche. Era mi primer día de clases y estaba sentada en una de las aulas de la Escuela de Ciencias de la Comunicación de la Universidad San Carlos de Guatemala, cuando Jorge Frijolón De León, a quien conocí en mi paso por otra universidad, la Rafael Landívar, se acercó y me dijo: “Le podés dar jalón a mi amigo, vive por tu casa”.
De repente vi hacia arriba, era un hombre alto, muy alto, delgado, vestía un pantalón gris con una línea a un costado, camisa blanca y una chumpa negra de cuero. Me recuerdo haber visto su sonrisa y su pelo negro, brilloso, largo, colocho.
Era muy tímida, así que me paré y le pregunté a Jorge con voz baja y al oído: “Lo conoces de hace rato, me voy a ir sola con él y me da miedo”.
Me contestó: “No ahorita nos hablamos, pero no hay clavo juega básquet, es cuate, tranquila”.
En eso estaba cuando interrumpió: “Mirá, dice Jorge que vivís por la zona 6, yo me quedo en la Parroquia” (una iglesia ubicada en dicha zona ciudad de Guatemala).
Dije: “Vivo en la zona 2”.
Si titubear exclamó: “Ah, está cerca, vamos”
Gua, así nos fuimos juntos en mi pequeña camionetilla blanca, Toyota, motor 1000, modelo 1973. Iba Rina Figueroa, mi amiga del colegio y con quien también estudiamos juntas en la Landívar, ella psicología y yo leyes; pero decidimos cambiarnos a la San Carlos a Comunicación.
La primera parada del recorrido de aquella noche era la Santa Cecilia, zona 8, para dejar a Rina, no sin antes viajar sepulcralmente, al menos así lo sentí, no estaba acostumbrada a hablarle a un chavo, pues venía de un colegio de mujeres y prácticamente jamás me había relacionado con hombres.
Obvio, más de algo salió en el camino y él trató de hacer conversación nos contó que jugaba básquet y que era maestro de una escuela que estaba cerca de su casa. Se manifestó respetuoso, cordial y tranquilo. Cuando lo dejé me dijo: “Mañana a qué hora te vas” y así empezamos a ir y venir, ello por un buen tiempo.
Ese hombre alto, muy alto, delgado, que vestía un pantalón gris con una línea a un costado, camisa blanca y una chumpa negra de cuero con pelo negro, brilloso, largo, colocho era Ricardo Arjona, un muchacho de 20 años, con sueños como los de todos quienes estábamos en la clase de comunicación 1984. He de decir que desde entonces Arjona se preparaba para triunfar y les vamos a contar por qué.
Mañana dos historias más de muchas que tiene nuestro libro….El resto de anécdotas será una sorpresa.