Era 1959, Armando Valladares, de 22 años, al igual que muchos cubanos apoyaba la revolución y la llegada de Fidel Castro al poder con el fin de romper la dictadura de Fulgencio Batista, presidente de la isla en esa época; trabajó pocos meses en el Ministerio de Comunicación, tiempo suficiente para desilusionarse del nuevo gobierno. Un grupo de Castro visitó a Valladares, quería que pusiera en el escritorio una estampa que declaraba su aceptación al régimen. “Cuando llegaron me preguntaron si estaba de acuerdo y les dije que si Fidel era comunista no”, declara Armando, quien agrega que la isla pasó del régimen dictatorial de Batista al de Castro.
A la semana de aquella negativa las fuerzas castristas llegaron a su casa lo encañonó y lo apresaron, declarándolo “enemigo potencial de la revolución”. Bastaron 10 días para llevarlo a juicio.Según Valladares por no aceptar el comunismo fue sentenciado, sin abogado defensor, a 30 años de cárcel y trabajos forzados. Quienes lo apoyan sostienen que fue una víctima de Fidel, aunque el régimen castrista asegura que era espía norteamericano contrarrevolucionario .
Cero tolerancias
Valladares perdió su juventud en la cárcel, pero la revolución no le rompió su espíritu. De joven fue llevado a una prisión al sur de la isla, durante años su castigo fue romper piedras, muchos compañeros sufrieron mutilaciones y otros murieron debido al trabajo forzado. “Querían quebrar la resistencia, ese tipo de castigo era llamado Plan de readaptación política. Nos persuadían de que estamos equivocados y que firmáramos un papel de que la rehabilitación estaba completa; si lo hacíamos podíamos estar con nuestra familia perdonándonos 20 ó 25 años de cárcel”, recuerda.
Inicialmente quienes se opusieron a la “rehabilitación política” sufrieron de todo, eran más de mil presos algunos empezaron a morir. “Nuestro trato era inhumano, cruel, degradante, estábamos incomunicados y eran prohibidas las visitas. Yo pasé ocho años sin ver a mi familia; hubo un momento que habíamos 82 mil reos políticos, muchos fueron saliendo, pero cuatro mil fuimos declarados en rebeldía”, cuenta. Asegura que fue sometido a torturas, palizas, aislamiento, trabajos forzados y a confinamiento en una celda sin luz natural ni artificial, así como a la inversa; es decir estuvo en un cuarto pintado de blanco alumbrado por 12 tubos de gas neón. El calor era insoportable, pasó esos años vistiendo un calzoncillo; pues se rehusó a usar el uniforme de los presos por delitos a la sociedad.
Amor tras rejas
Junto a Armando estaban recluidos 34 miembros de su familia, así como el papá de una joven de 14 años de nombre Marta, quien iba a visitarlo. “Nos enamoramos desde ese día, me fugué y me capturaron un año y dos meses después. Cuando ella tenía 16 me dijo que me iba esperar”, cuenta.
El papá de Marta fue liberado en 1972 e hizo un convenio para viajar con su familia a Estados Unidos, ella no quería irse, pero junto con Armando acordaron que debía hacerlo y luchar para su liberación con una campaña que diera a conocer la situación de los prisioneros políticos. Los primeros tres años de la partida de Marta no se comunicaron.
Contar al mundo lo vivido en prisión
Para contar lo que pasaba dentro de la cárcel, Armando secaba los papeles que envolvían los cigarrillos en ellos escribía. Los hacía un acordeón y para sacarlos los prisioneros los metían entre los dientes o bien, le quitaban el tacón del zapato y luego se cambiaban los zapatos con los de los visitantes.Fue así como sus contactos del mundo libre publicaron el libro clandestino de poemas “Desde mi silla de ruedas”, denunciaba lo que pasaban los prisioneros políticos. Para hacerse alegó que no podía caminar, lo cual fue desmentido por el gobierno de Castro.
fuera de la cárcel
Marta hacia una fuerte campaña para liberar a Armando y para contarle al mundo lo que vivían los presos políticos. Escribió una carta al presidente François Mitterrand (1981-1985). Después de conversaciones entre el presidente francés y Castro se accedió a la liberación de Valladares, con la condición de que saliera caminando, no en silla de ruedas, lo cual hizo sin problema, en 1982. Cuando salió habían pasado 22 años de su sentencia de 30 años que había sido reducida a 25, casi cumplió el total de su condena.
Viajó a Francia donde vivió tres meses, luego radicó en España. Escribió el libro Contra toda esperanza (1985) traducido a 18 idiomas y catalogado como Best Seller. Tiene 80 años y sigue casado con Marta de 70. Adoptaron tres hijos en España, hoy de 28, 30 y 32 años; tiene dos nietos y una de sus hijas vive aún con la pareja.
En los 22 años que estuvo en prisión recibió únicamente 12 visitas. “No soy una excepción, solo soy uno de miles de prisioneros que no se quebraron. Fui liberado gracias a una campaña extraordinaria que hizo Marta. No fui el que más sufrió, ni el más torturado; lo que pasa es que al salir escribí mis memorias e hice público lo que vivimos. Mi pena más profunda fue ver morir a tantos compañeros por la represión de Castro” finaliza.
Hoy en día brinda pláticas en el mundo. Recientemente participó en la Universidad Francisco Marroquín durante un ciclo de conferencias que recordaban los crímenes del comunismo, en el aniversario 100 años de la Revolución Bolchevique, le dieron un doctorado Honoris Causa.