Falleció en México el muralista y grabador Arturo García Bustos. En 1941 ingresó a la Escuela Nacional de Artes Plásticas y un año después en La Esmeralda (México). Allí fue alumno de Frida Kahlo, Diego Rivera, Agustín Lazo y Feliciano Peña. Por su labor se le consideró el heredero de la corriente figurativa del arte mexicano. Fue cofundador del Grupo de Artistas Jóvenes Revolucionarios y, más adelante, se integra al Taller de la Gráfica Popular. También conformó con otros artistas el Salón de la Plástica Mexicana (1949). En 1957 aprendió en oriente la técnica ancestral de tinta con base en agua, asimismo estudió otras técnicas de grabado en Pekín y Corea.
Entre su obra más conocida se localizan los murales Oaxaca en la historia de México, en el Palacio de Gobierno de aquella ciudad (1926); Madres solteras, en la escuela Josefa Ortiz de Domínguez en Coyoacán. Con Rina Lazo, su esposa desde 1950, y Atilio Carrasco, ejecutó siete murales en la Sociedad Cooperativa Ejidal en Puebla (1952); no hace mucho, finalizó otro mural en la Casa de la Cultura de Azcapotzalco. También colaboró con otros muralistas en la realización de varios frescos.
En Guatemala jugó un papel docente y político muy importante entre los años 1952 y 1954. Organizó y dirigió el Taller Libre de Grabado, en la Escuela Nacional de Artes Plásticas (ENAP). García Bustos fue contratado explícitamente para formar a varios estudiantes que se expresaron desde el desarrollo técnico de la xilografía creando casi todos, Wilfreda López fue la excepción, estampas que fueron orientadas oficialmente hacia temas sociales que finalmente se multiplicaron panfletariamente. Ilustraciones que también serían reproducidas con fines de difusión propagandística en la Tipografía Nacional.
“El Taller Libre de Grabado, como se le llamó al curso, tuvo como soporte la estética y la orientación masivo-pedagógica del muralismo surgido en México en 1921… un arte comprometido con los procesos de cambio social revolucionario… Por momentos, el taller de grabado en la Escuela Nacional de Artes Plásticas, era una prolongación propagandística de la Secretaría de Información Gubernamental, a tono con lo que era ya el auge de un Gobierno altamente nacionalista…” (Roberto Cabrera, Testimonios de Guatemala).
Sin embargo, la obviedad del referente no se ceñía a la necesidad plástica de las formas y por ello no fue secundado por la Generación del Cuarenta. Por alguna razón este conglomerado no politizó su trabajo bajo estos cánones abiertamente, aunque no fue ajena del todo al factor social. Conviene recordar; todos los artistas formados en los años treinta, salvo contadas excepciones, tomaron sus referentes para desarrollarlos desde la perspectiva de encontrar y resolver el problema planteado en el objeto del que sacaban conclusiones. De allí que ese grupo se caracterizara más por proponer que por emular, como sí sucedió con estos autores emergentes de finales de la revolución. Quizás por las críticas es que Arturo García Bustos escribió que “el mensaje social no mata el sentido estético de la obra, al contrario, lo enriquece, ya que imprime fuerza plástica a la forma”. Quizás.
Terminó su trabajo en este país con una serie de once grabados llamada Testimonio de Guatemala con la cual gano el primer premio de grabado en el V Festival de la Juventud y los Estudiantes en 1955 (probablemente en México).
En 1997, en el Museo de la Universidad de San Carlos (MUSAC), se realizó una exposición con los grabados que se crearon bajo la dirección del artista mexicano en el taller de la ENAP. Esta muestra, propiedad del Archivo General de Centroamérica, reflejó temáticas como la reforma agraria, la alfabetización, los campesinos y su alto grado de influencia en el pensamiento de la juventud creadora de la época.
Le sobrevive su esposa, Rina Lazo, que viene siendo una de las últimas representantes del muralismo mexicano y quizás, la última de la Generación del Cuarenta.
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