Son las 8:00 horas de un domingo y el dependiente responsable de entregarme las llaves de un auto de alquiler me pide que guarde la distancia. “Detrás de la línea por favor”, me dice con semblante serio. Firmo la documentación correspondiente, mientras le observo dar varios pasos atrás, coloca las llaves sobre el mostrador y se vuelve a retroceder.
Una hora más tarde, detrás del volante, observo cómo la autopista que comunica a Sevilla con Madrid luce desierta. Apenas unos cuantos vehículos en los más de 500 kilómetros que separan las dos monumentales ciudades.
La primera parada es en una gasolinera, el ingreso a la tienda de alimentos está inhabilitado. Detrás de un vidrio y mediante una compuerta de hierro nos entregan las bebidas requeridas. La garita que permite el ingreso a la terminal 4, de vuelos internacionales, en el aeropuerto de Madrid, está desolada.
Los restaurantes de comida rápida están cerrados, muy pocos se atrevieron a salir de casa. La cosmopolita capital española está desierta, tal cual escena de película apocalíptica de ciencia ficción.
No es para menos, en España los infectados por el coronavirus superan ya los 9 mil casos, 334 personas han fallecido. La comunidad autónoma de Madrid es la más afectada. El Gobierno español ha cerrado las vías de acceso terrestres y aéreas. Además, ha restringido la movilidad de las personas.
Pedro Sánchez, presidente de Gobierno español, no quiere especular, ya que ha prohibido los paseos y los desplazamientos y viajes innecesarios. Ciudadanos y residentes solo pueden salir de sus hogares para: ir de compras, a la farmacia, al trabajo, al recibir asistencia médica (en casos de emergencia), regresar a su lugar habitual de residencia y para asistir a personas mayores. Tampoco se permite salir a correr o practicar deportes al aire libre.
En Sevilla
Es mediodía en Sevilla y en el supermercado una persona advierte que no es posible permanecer a menos de un metro de distancia de los demás. El transporte público reduce su frecuencia y solo es posible utilizarlo para realizar las actividades permitidas en el decreto del Gobierno.
Incluso, las fuerzas de seguridad pueden poner multas para aquellos que incumplan con las medidas. El Ejército ya patrulla las calles y disuade las movilizaciones y las reuniones de personas.
El pánico se apodera de la capital andaluza que ya registra más de 80 casos. Las personas no quieren ni voltearse a ver entre sí, caminan con mascarillas, tienen una mirada extraviada y desconfiada. Los taxis y los conductores de Uber solicitan a los pasajeros irse en el asiento de atrás. Nadie quiere exponerse y engrosar las estadísticas.
Sevilla ya ha suspendido las procesiones de la Semana Santa, lo que supone pérdidas económicas por 400 millones de euros, según algunas estimaciones. La tradicional feria de abril ha sido ya pospuesta para septiembre, otro golpe financiero para la capital andaluza.
Mientras tanto, millones de niños están bajo el cuidado de sus padres, aburridos y aunque los maestros envían tareas y actividades, nadie es maestro de sus propios hijos.
El Gobierno español ha sugerido el teletrabajo y ha ofrecido ayudas económicas para aquellos que deben afrontar responsabilidades familiares, también apoyará a las pequeñas y medianas empresas con temas fiscales y dará aportes a las empresas dedicadas al turismo para garantizar el estado de bienestar de la población.
Las calles de un país que atrae a más de 80 millones de turistas por año, el segundo país con más visitas de extranjeros en el mundo, solo detrás de Francia, lucen desiertas, por la Avenida de la Constitución en la capital andaluza caminan pocas personas.