Durante años fue uno más de la provincia. Esos que llevan los tres botones de la camisa abiertos, botas de cuero y cinchos con hebillas de jaripeo o cabezas de ganado en relieve. Los que para sentarse no se sacan el celular de la bolsa, sino más bien la escuadra del cincho y la ponen en la mesa. Los hijos pródigos de una tierra donde la ley no existe y el plomo tiene la última palabra.
Pero en 2004 cambió, Manolito ya no vivía en el monte y el look de vaquero no sentaría bien en su nuevo trabajo. Uno que ejercería en el lugar donde nadie es santo y todos aúllan por el dinero. Llegó al Congreso con la Unidad Nacional de la Esperanza (UNE) y su nuevo chance lo llevó a un makeover digno de un reality. El bigote de Pancho Villa desapareció y las camisas a cuadros dieron lugar a trajes sintéticos y corbatas con estampados “particulares”.
Pero su estadía en el Congreso fue corta y tormentosa. En 2006, el Gobierno de los Estados Unidos le retiró la visa por tener vínculos con el narcotráfico y sicariato. Fue retirado del partido y de la legislatura y un año después fue acusado por el Ministerio Público de ser el autor intelectual del asesinato de los tres diputados del Parlamento Centroamericano, presuntamente por asuntos de narcotráfico.
Manuel Castillo Medrano fue condenado a 203 años por su participación en el crimen ocurrido en 2010, luego de permanecer prófugo de la justicia, y el pasado domingo su cuerpo fue encontrado con una herida de bala en la cabeza, disparada por otro reo. Édgar Cos Chonay habría sido quien ejecuto el asesinato, pero este respondía a los intereses de otro expolítico de Jutiapa, según su hijo Manuel Alfredo Castillo.
Según el hijo del exdiputado, todo se debió a problemas por la tenencia de tierras y viejas rencillas contra los Castillo Medrano. “Nos quieren robar nuestras propiedades en Jutiapa; ojalá que este crimen no quede en la impunidad como otros que han cometido estas personas. A mis hermanos los intentaron secuestrar, mataron a mis tíos Carlos Enrique Castillo Medrano y Dina Areli Castillo Medrano”, indicó.
“Hago responsable a Ronald Castillo García y Óscar Pineda Barahona. Ellos le pagaron al director de Pavón para que le dieran muerte a mi padre”. – Manuel Alfredo Castillo.
Así mermó el clan
Durante años, los apellidos Castillo Medrano fueron sinónimo de poder y dinero en el oriente del país. Del clan se contaron historias, unas salpicadas de excesos y otras cargadas de terror. Pero en seis años, la que fuera una de las familias más temidas de Jutiapa ha perdió a tres de sus íconos. Dos hombres y una mujer no viven más, pero tras de sí han dejado relatos que en la localidad nunca se olvidarán. Así se acabó el clan de Manolito y sus hermanos.
Del mayor, y más visible, Manuel (Manolito) se dijo de todo. Que viajaba en un Ferrari y que sus “guaruras” se bajaban del colero para levantar el carro en los túmulos. Que su fortuna era incalculable, que tenían nexos con narcotraficantes, tenía una red delictiva dedicada al robo de autos y su carrera política comenzó con sangre. Se le atribuyó el asesinato de un candidato a alcalde y uno a diputado, pues según el Ministerio Público sus exguardaespaldas hicieron el trabajo. Pero nada pudo ser comprobado, excepto su participación en la muerte de tres diputados salvadoreños y el piloto del vehículo donde se conducían.
Con la captura de Manolito, la atención se centró en su hermano Enrique, quien no era ajeno a la vida pública de la provincia donde el clan era conocido. Llevaba 14 años como alcalde de San José Acatempa, Jutiapa, y en 2011 fue electo en la cabecera departamental. Comenzaba su segundo año como jefe edil, cuando al salir de una barbería fue acribillado por desconocidos.
De Quique, contrario a Manolito, se sabía poco. Con una personalidad más recatada, rasgos más finos y el ego más elevado, gustaba de vivir bien pero no lo hacía tan evidente como su hermano. “Quique prefería estar en Jutiapa, la capital no le gustaba mucho”, recordó un vecino de la localidad. Pero quienes lo conocieron bien aseguran que a Quique le gustaba el poder, el local al menos, y quería seguir tras los pasos de su hermano detenido. “Hacia lo que Manuel dijera y todo se lo consultaba”, agregó.
Luego estaba la menos conocida por todos, excepto los jutiapanecos, quien ese mismo año (2013) falleció a manos de desconocidos que la acribillaron cuando se conducía en su motocicleta. Dina, la mujer del clan Castillo Medrano, era conocida en la localidad por tener un carácter fuerte y saberse protegida de sus dos hermanos.
“Aquí todos sabíamos hermana de quién era y nadie se metía con ella, hasta algo de miedo le teníamos a la mujer”. – Vecino de Jutiapa.
Hoy, al que fuera el clan más conocido de Jutiapa por sus nexos políticos y con agrupaciones oscuras solo le queda la siguiente generación; una que lleva a cuestas el apellido de alcaldes, un diputado y la labor de defender el patrimonio familiar de otros depredadores que se quieren hacer de las cosas de Manolito.