Cada 16 de octubre, se recuerda aquella noche trágica para el fútbol nacional y nuestro país. El día en que 84 aficionados a la Selección Nacional perdieron la vida durante una aglomeración en los graderíos de la general sur, durante el juego de eliminatoria mundialista, partido que se disputaría contra Costa Rica.
Rosemary estuvo allí. Vio todo como si fuese una escena tétrica de película. Se sentó en el área de Tribuna, como habitualmente lo hacía cuando jugaba el combinado nacional. Alentó en los primeros minutos. Coreó las porras y esperó desde temprano con ansias el partido que nos podía acercar al sueño de todo futbolero, llegar a la máxima cita mundialista.
Llegó dos horas antes. Se sentó en la quinta fila de abajo hacia arriba. Estaba llenísimo. Se escuchaba que varios seguidores de la azul y blanco le aseguraban a sus familiares que no cabía un alma más.
Cuando llegamos todo estaba en calma. Había mucha gente y comenzamos con las clásicas porras y pláticas banales. Iba con mi esposo y jamás pensamos que algo así podría pasar.
Rosemary Soto Aguilar
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De lejos, la pareja observó la gran cantidad de personas que ingresaban a la general, mientras algunos vecinos escuchaban la radio. De un momento a otro comenzó el calvario. En una de las transmisiones escucharon que habían problemas, pero no identificaban dónde. De pronto, apareció Álvaro Arzú, Presidente de la República, en aquel entonces. Abrió micrófono y solicitó al auditorio que guardara la calma.
El clima era templado, el olor a comida se sentía por doquier. Esas sensaciones comunes se convirtieron en los peores recuerdos. Poco a poco fueron colocando los cuerpos sobre la pista del estadio. Sin duda, una imagen que quedó guardada en la memorias de miles.
Debido al susto, todos en Tribuna quedamos en silencio. Fue la primera vez que todos salimos ordenados. Todos se convirtieron en personas muy sensibles, humanas.
Rosemary Soto Aguilar
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En aquella jornada las líneas telefónicas se cayeron. La gente en las afueras corría con desesperación intentando encontrar a sus seres queridos o comunicarse con ellos, fuera del recinto. Médicos, bomberos, miembros del Ministerio Público y personeros del Gobierno estaban allí.
En ese momento, era imposible contar cuántas víctimas estaban tendidas. Hombres, jóvenes, niños y mujeres. Incluso, Rosemary recuerda con mucha claridad el rostro de Rubén Alfonso Ramírez, maestro, periodista y presentador de televisión. Él lloró sin consuelo la muerte de su hijo aquella noche.
A la pareja le tocó caminar mucho para alejarse del bullicio. El olor a sangre se hacía cada vez más fuerte. Intentaban localizar a la madre de Rosemary que se quedó a cargo de sus dos hijos pequeños. En ningún momento, se supo sobre la falsificación masiva de boletos, ni la cantidad exacta de personas que había. Hay muchas teorías del problema y las habrá en lo que nos reste de tiempo.
Mi mamá nos hizo reflexionar. De morir ambos, en aquella oportunidad, hubiésemos dejado huérfanos a dos hijos. Desde aquel momento no he regresado a un estadio en Guatemala.
Rosemary Soto Aguilar
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Luego de aquella noche, los fieles seguidores de la selección viajaron a El Salvador para el siguiente partido de eliminatoria. Rosemary no lo vivió con la misma tranquilidad y pasión. Su esposo ha regresado esporádicamente.
En la actualidad, todo aquel escándalo solo quedó guardado en la mente y corazón de esta aficionada que prefiere ver los juegos desde un televisor, en casa, con amistades cercanas o familia y una camisola. Sin ilusión de regresar al recinto deportivo de la zona 5, sin intención de arriesgar su vida por el deporte que le permitió conocer muchos lugares dentro y fuera de Guatemala.