Siempre he creído, y lo he escrito en otros blogs y columnas de opinión de mi autoría, que las mejores historias son aquellas que encuentras sin estarlas buscando; esas que aparecen cuando menos te lo esperas y que ponen a prueba tu olfato periodístico para que las descubras. Quienes me conocen saben que me gusta entablar conversación con extraños y los conductores de Uber en Miami no fueron la excepción. Durante las dos semanas que estuve en Miami, me dediqué a conversar con todos los pilotos de Uber con quienes compartí auto y, efectivamente, encontré una variedad de historias interesantes.
Ernesto, el venezolano exiliado en una Rav4
Él fue mi primer piloto: un hombre de unos cincuenta años que conduce un Toyota Rav4 por el norte de Miami. Descubrí que era venezolano por su acento y de inmediato me cayó bien. De las arenas pasamos a política, más rápido de lo que los semáforos en Miami cambian del verde al rojo. “Yo me vine corriendo cuando pasó todo esto, ¿sabes? Pero estoy divorciado y mi esposa no quería que me llevara a mi hija”. Si la ruptura familiar ya es difícil, combinada con una crisis política, económica y social en tu país, ha de ser mil veces peor. “Mi sueño es que este año se gradúe mi hija y se venga a estudiar a acá. Estoy trabajando duro para poder pagarle una carrera universitaria aquí, por eso es que cuando surgió Uber, me suscribí de inmediato. Cuando me fui de Venezuela me vine sin nada. Solo los sirios me entenderían cuando hablo de dejarlo todo y aterrizar en un país extraño para comenzar desde cero”. Ernesto tenía una empresa de aires acondicionados. Lleva alrededor de cuatro años en Trumplandia y sus conocimientos en estos productos le han conseguido oportunidades que es su país no tendría. La Rav4 se detuvo frente al centro comercial. Me despedí y mis pensamientos quedaron en la Venezuela de Maduro.
Lucas, el soldado nicaragüense que llegó a Miami por amor
Este fue todo un personaje. Todavía no sé si creer todo lo que me contó, pero disfruté mucho el viaje de diez minutos. Lucas tendrá unos cuarenta años y la conversación profunda comenzó desde que le pregunté a qué se dedicaba. “Te sorprenderías de todo lo que hago” me dijo con una sonrisa orgullosa. “Me levanto a las cinco de la mañana y voy al Jackson Hospital, soy instrumentista ahí. Salgo a las cuatro de la tarde, me cambio de ropa y me voy al restaurante PENDIENTE. Ahí tengo un turno de mesero, que por cierto… (y en una maniobra un poco peligrosa considerando que seguía manejando, se sacó un cupón del restaurante y me lo entregó)… para que llegues a comer con un 15% de descuento”. Luego me contó que antes de llegar a Miami, había estado tres años en el ejército de Nicaragua pero que “el amor lo había sacado de las tropas” y llevado a Miami, “¡Mi esposa es gringa pues!”. Luego de casarse, había nacido su hija. “Mira que guapa es”, buscó una fotografía de su hija en su celular y me la enseñó: “Cuando vamos a Nicaragua, todos los patojos se enamoran de ella”. Mi expresión facial reveló otra opinión y ahí quedó el tema y el trayecto (No daré detalles de la imagen – lo dejo a la imaginación del lector). Con todo y cupón me bajé del auto y seguí mi camino.
Francisco, el desempleado que se salvó con Uber
El viaje con Francisco fue dramático. Todavía me da tristeza recordarlo. Él estaba desesperado y muy frustrado, y poco a poco entendí porqué. Un conjunto de “problemas personales” lo llevaron a tocar fondo en su vida y, pese a que se recuperó de sus problemas en casa, la factura le salió cara con el despido del trabajo en el que llevaba ocho años. “Casi me quedo en la calle y vuelvo a caer en los viejos hábitos que por fin había dejado atrás. Fueron tiempos muy difíciles. Pero tenía mi carro y estas empresas como Uber y Lyft vinieron a salvarme. Me dedico a manejar todo el día, estoy suscrito a ambas como conductor y gano lo suficiente para no morirme de hambre”. Eso me puso contento: ¡esta es una prueba más de que estas ideas innovadoras son fuentes de trabajo y progreso! (y los taxistas que no estén de acuerdo, en vez de protestar al gobierno como mantenidos, deberían prestar atención al éxito de la competencia y eficientar sus servicios para competir como el mercado manda – pero ese es otro tema). Francisco también aprendió a no poner todos los huevos en una canasta. Es por eso que, además de conducir por todo Miami estudia inglés en las noches para poder ser traductor. Su auto se detuvo en la parada de metro y cuando lo vi alejarse, le deseé la mejor de las suertes.
Vince, el rudo que es fan de Taylor Swift
Vince no tendrá más de 30 años. Es un tipo rudo que mide 1.90, afroamericano, con tatuaje en el cuello y el bicep y nada platicador. Me subí a su carro y no me atreví ni a saludar. El silencio incómodo se extendió por casi todo el camino hasta que, antes de que llegáramos al hotel, pasó lo inesperado. La radio puso “Style” de Taylor Swift y Vince se transformó. El tipo serio y rudo se convirtió en una niña de 15 años y comenzó a cantar la canción a todo pulmón. Lección: la música de Taylor Swift no conoce fronteras, Vince es la prueba de ello.